La entrada al local resulta demasiado teatral, e incluso artificiosa. Una pared de la típica piedra gris irlandesa con la parte alta almenada y unas medievales antorchas de hierro forjado. Si el visitante acude tras el anochecer, comprobará que se encienden con fuego real.
El rótulo con el nombre del local, como no podía ser de otra manera en Dublín, capital...