Por Daniel Armando Vogel. Hola, buen día. Feliz domingo.
Las vacaciones de invierno siguen su curso. Ya pasó la primera semana, y los chicos todavía tienen unos días más para jugar, descansar, reencontrarse con sus abuelos y disfrutar sin apuros. Pero la mochila ya empieza a mirar de reojo desde algún rincón. Porque pronto —aunque cueste— toca volver a clases. A estudiar, sí. A seguir creciendo. Porque el aula también es territorio de afectos, de descubrimientos, de futuro. Y porque Zárate necesita de cada uno de ellos: atentos, curiosos, protagonistas.
Ayer sábado celebramos el Día de los Abuelos, por los padres de la virgen María, la madre de Jesús. Qué lindo tiempo en la vida, ser abuelo. Para ellos, que saben esperar sin apuro. Para los nietos, que encuentran en sus brazos una ternura que no se aprende en ningún manual. Felicidades a todos los abuelos y abuelas de Zárate, que con su presencia silenciosa sostienen historias, meriendas, consejos y memorias. En cada plaza, en cada cocina, en cada relato que empieza con “cuando yo era chico”, hay una pedagogía del amor que no envejece.
También este sábado, la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Zárate celebró su 141° aniversario. Fundada en 1884 por inmigrantes que soñaban con una comunidad solidaria, la institución se ha mantenido viva gracias al compromiso de generaciones enteras. Hoy, bajo la presidencia de Juan Carlos Rodríguez García, Vicecónsul Honorario del Reino de España, la Sociedad sigue siendo un faro de identidad, cultura y servicio. El festejo contó con la presencia del Cónsul General José María Ridao Domínguez, autoridades locales y presidentes de sociedades pares del norte bonaerense. Hubo paella gigante, danzas asturianas, gaitas, música y emoción. Pero, sobre todo, hubo memoria activa: la que honra a los abuelos inmigrantes que fundaron esta casa, y la que proyecta un futuro de comunidad y pertenencia.
Y como si la semana no viniera ya cargada de emoción, este martes se presentará en el Forum Cultural la obra musical “El Elefante Trompita, un zarateño de corazón”. Basada en la popular canción infantil compuesta en 1947 por Tito Alberti —nacido en Zárate como Juan Alberto Ficicchia—, la puesta en escena será un hecho histórico que nos marcará para siempre. Trompita no es solo un elefante simpático que mueve las orejas llamando a su mamá. Es ritmo, es infancia, es identidad. La canción, con su compás que imita el andar de un elefante y su letra sencilla, ha sido cantada por generaciones en todo el mundo. Y ahora vuelve a casa, a Zárate, en forma de homenaje escénico. Porque no es solo una canción: es Zárate cantando al país que también lo canta.
Así termina esta columna. Con la mochila esperando, el corazón lleno y la certeza de que esta ciudad sigue latiendo en cada gesto, en cada abrazo, en cada nota musical que nos recuerda quiénes somos.
Que tenga un lindo domingo.
AL QUE LE QUEPA EL SAYO…










