Doña Petrona C. De Gandulfo, la legendaria cocinera de Argentina y autora de libros muy populares, ahora tiene un museo en el barrio de San Cristóbal de la Ciudad de Buenos Aires. Pionera en cocinar sus recetas en la televisión a partir de la década del ‘50, en especial en el programa “Buenas tardes, mucho gusto”, el “templo” está ubicado en una zona de bazares gastronómicos y cuenta con “reliquias” que atesoraban sus nietos y cedieron los fanáticos.
Como salidos de la pantalla en blanco y negro, sus batidores, cubiertos, platos y demás utensilios podrán verse, esta vez en vivo y en directo y en forma gratuita, en el primer museo dedicado a la ecónoma que se encuentra en la avenida Jujuy 1582.
La colección incluye la cocina original y otra a gas de la época, donada por una seguidora, de la línea que Doña Petrona promocionaba al enseñar a las amas de casa y por la que se hizo conocida. Nacida en 1898 en Santiago del Estero, Doña Petrona llegó a Buenos Aires a mediados de la década del ’20 del siglo pasado. Tras dejar su pueblo La Banda y animada por el deseo de tener una salida laboral, fue la ecónoma estrella que enseñó a las amas de casas a usar las nuevas cocinas a gas, en reemplazo de las de leña y kerosene, que la Compañía Primitiva de Gas estrenaba en el país.
De la mano de la radio se hizo conocida mientras llenaba teatros enseñando el mundo de las cocinas a gas y en 1931 comenzó a publicar sus recetas en la revista “El Hogar”, donde firmaban relatos escritores como Jorge Luis Borges, Roberto Arlt y Horacio Quiroga, entre otros. Distintas ediciones, que dan cuenta de tanto uso, se pueden ver en el Museo junto a los enseres y distintos objetos, testimonios de más de 50 años de labor.
Marcela Massut es nieta de Doña Petrona. Junto a su hermano Alejandro pusieron a punto las pertenencias de su abuela que se desplegarán. “Hay cosas que estuvieron durante muchos años en su laboratorio, donde trabajaba profesionalmente. Hay también vajillas, cosas que tienen que ver con lo íntimo, para servir en su casa, para agasajar a sus amigos, y también cosas de la televisión”, contó Marcela.
Uno de los objetos estrella del museo es una máquina de pastas de principios de los años ’30, de madera y metal y en perfecto estado: estira la masa, corta en dos medidas y sirve para hacer ravioles. Además, hay una batidora Kenwood blanca, impecable, de los años ’60.
En el museo habrá expuestos una gran cantidad de libros, fascículos y escritos de la ecónoma. Los nietos recopilaron todas ediciones que realizó su abuela, aunque están aún buscando toda una generación, del año ’63 hasta el ’75 en negocios de antigüedades.
“Algo que no pueden creer cuando lo muestro es un batidor gigante, de mano. Solamente con agarrarlo debe pesar un kilo, y si te ponés a pensar que una mujer batía con eso, que el mango más el batidor deben tener 70 u 80 centímetros, es ver cómo dejaban el colesterol en el ejercicio y no en el teclado de la computadora”, consideró Marcela.