Se trata de una primera tanda que se utiliza para hacer pruebas en los cajeros automáticos. El nuevo billete saldrá a la calle la tercera semana de octubre. En la imprenta estatal aún no se cumplió con entregas de los papeles de menor valor.
En la tercera semana de octubre comenzarán a distribuirse en los bancos los nuevos billetes de $20.000 que llegarán desde China en una partida total de 230 millones de unidades. Una pequeña tanda de esos billetes, de color azul y con la imagen de Juan Bautista Alberdi, ya llegó al país, bajo estrictas medidas de confidencialidad, para acelerar los testeos en las redes de cajeros automáticos.
La intención del Banco Central es evitar las demoras que hubo en mayo con el billete de $10.000 cuya introducción en el sistema financiero fue muy paulatina dado que no hubo ejemplares de prueba en forma previa. Otro tanto había ocurrido con los billetes de $2.000, lanzados en noviembre pasado. En ambos casos, la distribución inicial fue muy lenta porque se hacía mayoritariamente en las cajas físicas, ya que los cajeros no los reconocían por no estar calibrados.
En este caso, ya se están haciendo los testeos que acelerarán su distribución tanto en los cajeros de Banelco como de Red Link con el envío recibido por parte de China Banknote Printing and Minting Corporation, una empresa del gobierno chino a la que el BCRA le encargó “llave en mano” la impresión de los papeles de $10.000 y $20.000. En el primer caso, ya se distribuyeron 591 millones de unidades sobre una primera partida total de 770 millones.
Tanto en el primer caso como en el segundo, en una frenética carrera contra la inflación, se cumplirá con el objetivo de abastecer de dinero en efectivo antes de los picos de demanda: con el de $10.000, se llegó a cubrir el pago de los aguinaldos de junio; con el de $20.000 se espera que pase lo mismo con la necesidad de efectivo de diciembre, que suma los pagos salariales con el consumo de las fiestas y el inicio de las vacaciones.
De hecho, para ganar tiempo el diseño de ambos billetes se hizo sobre los ya existentes para la línea “Heroínas y Héroes de la Patria” que no llegó a implementarse por completo. A la vez, la gestión de Santiago Bausili esquivó el debate acerca de sostener las imágenes de animales, tal como había hecho su antecesor Federico Sturzenegger en el gobierno de Mauricio Macri, o volver a la tradición de los próceres como hizo Miguel Pesce durante el de Alberto Fernández.
Más allá de esa discusión poco conducente en el marco de las urgencias de la Argentina, lo cierto es que en la tercera semana de octubre llegará un nuevo billete a los bolsillos de los argentinos, que valdrá menos de 17 dólares y que fue producido íntegramente en el exterior. Y que su aparición coincide junto con el reciente anuncio del Gobierno del cierre definitivo de la Casa de Moneda.
De hecho, la imprenta estatal no tuvo intervención alguna en la licitación internacional que encargó la tarea a los chinos. Todo el proceso estuvo a cargo del BCRA, lo que sirvió como antecedente para determinar, a juicio del Gobierno, que no es imprescindible que el país cuente con un organismo encargado de imprimir billetes.
La particularidad de este escenario, junto con el avance de la inflación, llevan a un costado casi insólito: mientras llegan los billetes nuevos de $20.000 desde el exterior, según diversas fuentes la Casa de Moneda sigue imprimiendo billetes de 1.000 pesos para completar entregas al BCRA derivadas de contratos hechos en el gobierno anterior que, desde luego, nunca cumplió a tiempo. Por dificultades técnicas y de gestión, Casa de Moneda no terminó de fabricarlos y, en el camino, el Central encargó al exterior billetes de mayor denominación.
El dato resulta aún más llamativo si se considera que en la Argentina circulan casi 6.000 millones de billetes de $1.000 y que los bancos ya no saben qué hacer con ellos, ya que no los precisan y el BCRA demora su recepción (no tiene dónde almacenarlos). Como carece de sentido llenar un cajero con esos billetes pudiendo usar los de más alta denominación, muchos bancos optaron por alquilar depósitos cerrados, llamados “sarcófagos” en la jerga de los tesoreros, para atesorar billetes de $1.000 en exceso. A pesar de eso, la Casa de Moneda aún los imprime.
Fuentes que conocen el movimiento del BCRA en esta materia explican que no hay ninguna objeción legal para encargar el dinero a otro impresor diferente de Casa de Moneda. Y que además todos los proveedores extranjeros utilizados en los últimos años (China, Brasil, Malta, España y otros) ofrecen costos más bajos que el que Casa de Moneda le cobraba al Banco Central, claramente por encima de los costos internacionales.
La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) organizó para hoy un “abrazo histórico” al edificio de Casa de Moneda en Retiro “para defender nuestra soberanía monetaria y nuestros puestos de trabajo”. Según el último informe sobre dotación de personal publicado por el Indec, en el organismo trabajan 1.318 agentes sobre los cuales el Gobierno no dio detalles sobre su situación futura.
Por Fernando Meaños (Infobae)