Un equipo de investigación recopiló material bibliográfico sobre cómo se vincularon los humanos con los fósiles a lo largo de la historia. Desde remedios mágicos a la existencia de criaturas mitológicas o relatos como el del diluvio universal pueden tener orígen en el descubrimiento de fósiles por parte de estos pobladores.
En lo profundo de una cueva olvidada por el tiempo, un grupo de almas curiosas se aventura entre las rocas y el polvo ancestral. Ahí, bajo el manto de la tierra, yacían testigos de un pasado milenario: fósiles de criaturas y de ancestros desconocidos. Para esos primeros pobladores, cada hueso y , cada vestigio del pasado era un enigma sin resolver: ¿qué extrañas bestias habían deambulado por esas tierras? ¿Cómo habían llegado hasta ahí? ¿Tendrían acaso sus restos dones mágicos?
Tejiendo historias a base de huesos e imaginación, los pobladores originarios de América Latina buscaron dar respuesta a estos interrogantes y crearon relatos para llenar el vacío de lo desconocido. Así, nacieron mitos y leyendas, explicaciones que, aunque adornadas con el brillo de lo fantástico, eran faros de comprensión en un mar de misterio.
“Los hallazgos paleontológicos permiten una comprensión más profunda de las relaciones entre los antiguos habitantes de América del Sur y los restos fósiles que se encontraban en la región. Muchos son los relatos y creencias que se fundaron en estas asociaciones. Desde remedios mágicos a la existencia de criaturas mitológicas o relatos como el del diluvio universal pueden tener orígen en el descubrimiento de fósiles por parte de estos pobladores. Sin embargo, pocas son las investigaciones que analizan su origen y alcance”, explica Federico Agnolín, investigador del CONICET y de la y primer autor de un estudio que, precisamente, recopila cómo se vinculaban los pueblos originarios con los fósiles.
Así, por ejemplo, el equipo de investigación señala que, en la Patagonia y las Pampas argentinas, los pueblos originarios utilizaban los fósiles, por ejemplo, con fines medicinales. “Varios investigadores, hasta bien entrado el siglo XX, indican que los huesos de algunas bestias eran raspados y mezclados con agua para que lo beban los niños y estén sanos y fuertes. Incluso se creía que servían para sacarles el miedo, lo cual constituye un paralelismo muy interesante a lo que ocurre en Europa y Asia con los restos de ‘dragones’ que eran usados de la misma manera”, asegura Agnolín, integrante del Laboratorio de Anatomía Comparada del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia y de la Fundación Azara.
Usos actuales para elementos antiguos
Pero la cosa no queda solamente en el pasado. Los fósiles, incluso hoy en día, también son parte activa de una variedad de prácticas culturales en muchas comunidades. Por ejemplo, Agnolín comenta que los restos de braquiópodos -animales marinos- son bien conocidos como juguetes en España, mientras que, en Argentina, sus restos son también buscados por los niños como “mariposas petrificadas”. En ocasiones, de modo decorativo en fachadas de casas o iglesias, también se utilizan huellas de trilobites fosilizadas conocidas como Cruziana. De hecho, es muy frecuente hallar pisadas fósiles de vertebrados en edificios y calles.
En otros casos, como es el de los coprolitos triásicos en Tailandia, es decir, restos fecales que han sufrido el proceso de fosilización, son concebidos como amuletos y se los utiliza para proteger a su dueño de fantasmas, calamidades o la picadura de animales venenosos. “Esos mismos coprolitos, molidos y hechos polvo, se ponen sobre la piel para curar mordeduras de serpientes o arañas”, señala el investigador en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
¿Titanes, cíclopes? No…ballenas y elefantes
Los fósiles también inspiraron leyendas transmitidas de generación en generación sobre criaturas mitológicas. “Es bien sabido que los griegos y romanos buscaban, estudiaban y escribían acerca de sus descubrimientos de restos fósiles, desarrollando un buen número de imaginativas interpretaciones. Por ejemplo, los episodios de la mitología griega conocidos como Titanomaquia y Gigantomaquia, que constituyen guerras entre antiguos gigantes y titanes, se inspiraron, en parte, en el hallazgo de huesos de animales de gran tamaño en diversas partes de Europa y Asia”, detalla Agustín Agnolín, quién además de ser arqueólogo e investigador de CONICET es hermano de Federico y segundo autor de la publicación.
“Por otro lado -agrega-, se ha propuesto que el grifo, esa criatura mitológica con pico de garfio, plumas y cuerpo de fiera, tiene, muy posiblemente, su base en el hallazgo de esqueletos de Protoceratops, un dinosaurio ceratopsio muy común en las cordilleras de Altai y el Desierto de Gobi. Del mismo modo, los cíclopes mediterráneos estarían basados en los hallazgos fortuitos de cráneos de antiguos elefantes y el famoso Monstruo de Joppa, quien fuera derrotado por Perseo mientras rescataba a Andrómeda, encontraría su inspiración en restos de ballenas fósiles”.
En la Patagonia argentina, por su parte, la presencia de conchillas fósiles a lo largo de la cordillera andina, así como los hallazgos de osamentas de ballenas en tierra firme, pueden ser el origen a relatos como el del diluvio universal o de las ballenas terrestres, seres malignos que, según los relatos míticos, se desplazaban libremente en tierra firme y engullían a su voluntad todo tipo de animales, incluso personas. “Estas historias, que también forman parte del rico folclore de la región, se apoyaron en observaciones de restos fósiles que eran comunes en el entorno”, indica el investigador. En muchos casos, lo más probable es que estos hallazgos fuesen interpretados en base a creencias previas. Es decir, que posiblemente las historias de gigantes o monstruos existían desde antes de estos hallazgos y que los indígenas las reelaboraban a medida que se cruzaban con estos misteriosos restos.
Un grande de la paleontología nacional
Cuenta Agustín Agnolín que uno de los referentes en investigación de esta índole en la región fue Rodolfo Casamiquela, un paleontólogo, arqueólogo e historiador argentino que en 1988 compiló datos propios y de otros autores sobre la utilización de los fósiles en toda la Patagonia. Casamiquela analiza, en particular, el mito del Elungasúm, un animal de gran tamaño que caminaba como un chancho y tenía caparazón como los armadillos.
Según sus investigaciones, Elungasúm se vinculaba directamente con el Kollón, un hombre monstruoso y gigante que, para los Tehuelches, se encontraba completamente hecho de piedra blanca y en algún tiempo antiguo había sido el rey de los seres humanos, ya que era capaz de vivir más de 100 años. Debido a su andar cuadrúpedo y su coraza como la de un armadillo, el Elungasúm ha sido considerado por diversos autores como una bestia inspirada en los gliptodontes o incluso en los perezosos terrestres gigantes del género Mylodon.
Estas interacciones, plasmadas en la tradición oral y el folclore regional, ofrecen una ventana fascinante hacia el pasado y la cosmovisión de estos antiguos pobladores. Sin embargo, la relación entre los pobladores locales y los fósiles no ha sido considerada como relevante por la gran mayoría de los autores. “Es muy poca la documentación que tenemos en nuestro territorio sobre dicha relación. Debido a este desinterés, el fenómeno ha permanecido poco analizado en Argentina, en particular en Patagonia, donde existen pocos trabajos sobre el tema, en muchos casos conteniendo información errónea, hecho que le da relevancia a esta investigación que realizamos”, asegura A. Agnolín.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)-