La fibromialgia constituye una patología muscular y articular cada vez más extendida y aunque no hay demasiadas precisiones sobre la efectividad de los tratamientos, cualquier intento por atenuar los agudos dolores que provoca requiere la presencia de un kinesiólogo.
“Es tan intensa la molestia que provocan las fibromialgias, que hay pacientes que no toleran el contacto manual. Por eso, debemos acudir a técnicas masoterapéuticas no convencionales. Debe ser efectuada palmo a palmo, graduando presión y localización”, explicó la licenciada en kinesiología y referente del Colegio de Kinesiólogos de la provincia de Buenos Aires (CoKiBA), Leonor Corsunsky.
La especialista aseguró que a veces resulta tan severo el dolor que en esos casos el kinesiólogo determina que cuando el enfermo no tolera el contacto se decide no llevar adelante la práctica de ciertas manipulaciones. No obstante, Corsunsky advirtió: “No existe posibilidad de mejoría sin la acción mancomunada de la dupla asistente-asistido. En cuanto a cómo operar, la respuesta es sencilla: acorde a la tolerancia del sujeto que padece la afección”.
La fibromialgia es un proceso que en algunos países la padece hasta el 3% de la población. Tiene mayor prevalencia en mujeres de alrededor de 50 años que en hombres, aunque también los niños pueden presentar síntomas. No se conoce su causa exacta.
La asociación más frecuente es un trastorno depresivo crónico, crisis de angustia por algo perdido, ansiedad y ciertas alteraciones psíquicas por dependencia con el familiar más próximo.
“El diagnóstico se basa en el cuadro clínico. La presencia de 11 de 18 puntos sensibles a la presión que están anatómicamente definidos (tenderpoints), acompañados de una duración mínima de seis meses corroboran la existencia de fibromialgia”, explicó Corsunsky.
Los exámenes de laboratorio y otros complementarios más complejos no aportan variables que puedan ser consideradas como causantes de fibromialgia.
Estudios recientes determinaron la existencia de un gen de la fibromialgia. Años atrás se “acusaba” a quienes la padecían de tener una enfermedad imaginaria, pero ahora se sabe que hay una predisposición genética y este descubrimiento seguramente traerá aportes farmacológicos.
“Por eso es necesario la asistencia personalizada y según las necesidades en cada caso. Por ejemplo asistí una joven que sólo toleraba la aplicación de lámpara de rayos infrarrojos a distancia mayor a la que habitualmente utilizamos. Era lo único que soportaba. Pero también requería que el profesional estuviese a su lado. Mientras ella permanecía acostada en la camilla, yo estaba sentada a su lado y el efecto fue muy bueno. No creo que hubiese mejorado si la hubiese dejado sola en el consultorio con la lámpara”, recordó Corsunsky.
También se pueden utilizar los movimientos sugeridos en métodos como la Eutonía, la Gimnasia Consciente y/o el movimiento acompañado de música que aporte el propio paciente. Pero todos ellos en manos de un kinesiólogo especializado en el tema.
“En algunos casos la enfermedad resulta invalidante. Invalida fuertemente la vida laboral por los dolores. Y por otro lado es lógico comprender que una persona que lucha permanentemente contra el dolor se deprima. El descubrimiento del gen ha permitido a muchos pacientes poder solicitar el retiro laboral, ya que resulta imposible desempeñar una tarea inmerso en el dolor crónico”, dijo la especialista e integrante del CoKiBA.