¡Increíble!: prueban el uso de residuos para descontaminar agua

Ramas, hojas de árboles podados, cáscaras de huevo y de semillas de girasol son algunos de los residuos forestales y alimenticios con que un grupo de científicos del Conicet de La Plata prueba un método para descontaminar el agua, tanto de bacterias y parásitos como minerales y agentes químicos.

El equipo liderado por el investigador adjunto del Conicet Pablo Arnal en el Centro de Tecnología de Recursos Minerales y Cerámica trabaja a partir de la premisa de que “todo problema de contaminación de agua y cualquiera sea la fuente que lo provoque debe poder ser resuelto a partir del aprovechamiento de recursos locales, tanto materiales como humanos”.

Así, ese tipo de residuos pasaron a ser para los investigadores potenciales removedores de dos contaminantes inorgánicos muy frecuentes en la zona de la capital bonaerense: arsénico y nitratos.

Arnal explicó que “estudiamos el funcionamiento, puesta a punto y aplicación de distintos métodos de descontaminación de aguas, ya sea debido a la presencia de microorganismos como virus, bacterias o parásitos patógenos, minerales y agentes químicos”.

La mecánica de investigación consiste actualmente en transformar esos desechos forestales a carbón, que a su vez se convierten en pellets, unas pastillas parecidas al alimento para mascotas que podrían retener selectivamente alguna de las sustancias mencionadas. Otros compuestos pasibles de ser eliminados en la mira de los científicos son pesticidas, metales pesados y colorantes de la industria textil.

“Generalmente, en la industria se usa un mineral, se lo procesa y se lo tira. Pero en algún momento los yacimientos se acabarán. En el procesamiento de los aceites, la mitad de la semilla es cáscara. Su núcleo se prensa y se le saca el aceite, pero el resto se quema o se usa como combustible barato. La cáscara es biomasa, un subproducto que podemos convertir en un carbón que descontamine. Lo mismo ocurre con la cáscara de huevo, que se puede convertir en un material que ponemos en un carbón con el que el agua remueve algunos contaminantes”, dijo el científico.

También dio el ejemplo de la poda de árboles: “Sólo en La Plata se tiran anualmente 18 mil toneladas de restos en el Ceamse, cuando se pueden aprovechar en materiales que descontaminen”, apuntó y añadió que “nosotros proponemos trabajar para agregarle más valor a eso”.

Graficó que “la biomasa tiene 4 elementos: carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno, nosotros los transformamos químicamente, los deshidratamos, les sacamos el agua y generamos un carbón, que es un material que tiene afinidad por diversos contaminantes del agua” y añadió que “ponemos todo nuestro conocimiento químico para resolver problemas locales con recursos locales”.

“Estamos experimentando las reacciones entre los materiales carbonizados y los distintos contaminantes. Para eso estudiamos las propiedades de la superficie de los pellets, que no sólo es externa sino también interna, ya que son como una esponja, es decir, están llenos de agujeros microscópicos que absorben el agua”, detalló.

“En esas paredes -dijo- hay muchos compuestos químicos que ‘enganchan’ a las sustancias tóxicas y las retienen, y lo que queremos lograr es que ese mecanismo sea selectivo”.

Dos sistemas

El equipo ensaya esas interacciones a través de dos sistemas: uno estanco y otro continuo. El primero consiste en un recipiente lleno de pellets donde se vierte agua y se deja durante un tiempo. Al retirarla, se espera que haya reducido su concentración de contaminantes.

En el segundo, el líquido ingresa y fluye a una determinada velocidad por un tubo que contiene el material carbonizado, en el que los componentes nocivos deberían quedar adheridos.

A medida que van comprobando las hipótesis, los científicos se preparan para salir al campo y probar los resultados ante los problemas reales, “donde aparecen un montón de otros factores y particularidades que no vemos en el laboratorio”, enfatizó el experto.

En este sentido, hizo hincapié en las diferentes condiciones de trabajo entre uno y otro espacio, que son determinantes para el funcionamiento de los filtros: mientras que la temperatura del laboratorio es prácticamente la misma a toda hora y a cualquier altura del año, afuera hay grandes variaciones estacionarias e incluso horarias.

“Otra cuestión es la composición del agua, ya que en su medio natural aparecen otras especies químicas que, sin ser contaminantes, pueden interferir en el proceso de remoción”, contó Arnal.

Las mismas alteraciones también suceden en las materias primas con las que experimentan, cuyo estado de pureza es mayor a nivel de investigación que en la naturaleza.

Otra característica del trabajo que llevan adelante es evitar la utilización de equipamiento costoso, teniendo en cuenta que las investigaciones que realizan son a nivel macro: “hacemos foco en procedimientos sencillos que no permiten controlar algunas variables con tanta precisión, pero sí producen lo que necesitamos”, dijo.