Un equipo del Instituto de Arqueología de la Universidad de Buenos Aires (UBA-CONICET) desarrolla un proyecto interdisciplinario que propone reivindicar y reconstruir las historias sobre el pasado de la Puna de Jujuy, interpretar las lógicas de las comunidades locales y reflexionar acerca de las prácticas en las disciplinas arqueológicas y antropológicas.
Desde hace 10 años, el equipo de investigación de arqueólogos y antropólogos de la UBA lleva adelante el Proyecto Pallqa, un bloque interdisciplinario que trabaja en la Puna de la provincia de Jujuy, en la localidad de Cusi Cusi, ubicada a unos 30 kilómetros del límite con Bolivia, a unos 3.800 metros sobre el nivel el mar.
El doctor José María Vaquer, director del proyecto, explicó a la Agencia CTyS-UNLaM que “la Puna es un ambiente interesante para trabajar porque tiene desafíos como el clima; en invierno, hace grados bajo cero; en verano, hace mucho calor; y la altura nos afecta bastante a quienes somos de zonas bajas”.
“Además, es una zona poco poblada y en general poco estudiada, ya que tradicionalmente las investigaciones se realizan en ciertos puntos, entonces nos enfocamos en sectores que no han sido trabajados hasta el momento”, aseguró.
Asimismo, el director del proyecto afirmó: “Los arqueólogos tenemos una serie de pasos administrativos a seguir, particularmente en la provincia de Jujuy, la ley provincial nos pide una autorización por parte de las comunidades aborígenes para trabajar de manera legal. Esto implica que, ya desde el día uno que pisamos el terreno, hay que pensar en la relación con estas comunidades porque en parte, poder trabajar depende del visto bueno de las comunidades”.
El Proyecto Pallqa lleva este nombre por su significado en el idioma Quechua: “Pallqa” es una palabra que se refiere a un encuentro, de dos o más caminos que se unen, una convergencia en el paisaje que refleja a la perfección los objetivos del grupo de investigadores e investigadoras que llevan adelante el estudio.
Vaquer indicó que el equipo realiza dos campañas por año -una en mayo y otra en diciembre, después y antes de la temporada de lluvia respectivamente- y que en este contexto de COVID-19 lo que se vio afectado fue el trabajo de campo. “El año pasado, realizamos excavaciones. Entonces, tenemos bastante material y datos. En cierta medida, aprovechamos también esta situación como para ponernos al día con las publicaciones, las escrituras”.
“Más allá de contactarnos con las autoridades para resolver las cuestiones administrativas, con el equipo siempre estamos recorriendo el pueblo, hablamos con la gente y les contamos qué hacemos, quienes somos, por supuesto que al ser un pueblo pequeño reconocen inmediatamente que no somos de la zona y que tampoco somos turistas, sino que venimos a trabajar”.
En esta misma línea, Vaquer agregó: “Estas comunidades tienen necesidades muy diferentes a las que tenemos nosotros, otros plazos, lo nuestro es un proyecto financiado por una institución con la cual tenemos plazos a cumplir, objetivos, informes que presentar y trabajar con ellos lleva tiempo porque su vida cotidiana pasa por otro lado”.
La historia de las sociedades cazadoras-recolectoras
El Licenciado Ignacio Gerola, becario doctoral del CONICET (CONICET-UBA), mencionó: “Mi trabajo se centra en las primeras poblaciones que arribaron a la zona, a la puna de Jujuy hace aproximadamente 10 mil años, y todo lo que fue sucediendo desde esas primeras poblaciones más pequeñas, sumamente móviles hasta que desarrollaron poblaciones más estables, con lo que fue un proceso gradual de domesticación de camélidos hace 4 mil años”.
Según explicó Gerola, desde su enfoque el estudio indica que hubo una primera aproximación al área por parte de poblaciones que abarcaron grandes espacios y diversas áreas, con tecnologías y saberes compartidos. “Uno puede ver una serie de elementos líticos como, por ejemplo, puntas de proyectil (de lanzas) e instrumentos cortantes que permiten entender las técnicas de explotación de recursos utilizadas”.
“En el Holoceno temprano y la primera mitad del Holoceno medio, entre los años 10 mil y 6 mil AP (Antes del Presente), el clima era más húmedo y beneficioso, tanto para los recursos bióticos como para las personas, y después hubo un proceso muy importante de aridización y los recursos se distribuyeron más en parches, por este motivo las poblaciones comenzaron a especializarse en función de esta distribución”.
Acerca de la experiencia de trabajar en conjunto con la población local, Gerola aseguró que “es enriquecedor porque hay muchas cosas que están naturalizadas en nuestra sociedad, hay construcciones sociales arbitrarias y de repente te encontras con un Otro a respetar y conocer de forma abierta para incorporar sus lógicas, sus formas y a partir de allí construir un nuevo conocimiento”, finalizó el antropólogo con orientación en Arqueología.
Por otra parte, Martina Di Tullio, estudiante avanzada de la carrera Ciencias Antropológicas -con orientación en Arqueología- dentro del mismo proyecto se especializa en el análisis de la cerámica, de aquellos materiales recuperados de excavaciones en la zona y artefactos líticos. “Nos permiten ver los rasgos de estilo, las decoraciones que tienen, si bien son piezas fragmentadas, la mayoría corresponden al período anterior a la llegada de los Incas a la zona, hacia el año 1400”.
“Lo interesante es que los estilos que encontramos se corresponden con estilos de las zonas cercanas. A partir de esto, nuestro objetivo es analizar cómo está compuesta la cerámica, las técnicas de realización, cómo está preparada según sus ingredientes para poder identificar los modos de producción de estos objetos históricos y la vinculación que tenían estas poblaciones”, indicó Di Tullio.
Creación y desarrollo de un museo comunitario en la región
“Los pobladores observan que la forma pastoril de vida que reconocen como tradicional se estaba perdiendo y a partir de esto se nos prendió una luz y quisimos trabajar sobre qué significa ser pastor, cómo se fue dando, contactamos a un profesor de historia local, alumnos, y así fue como decidimos ayudarlos a impulsar un museo comunitario”, dijo Vaquer.
“Uno de los ejercicios que hicimos fue preguntarles qué querían mostrar, qué es lo que consideraban importante no sólo para el turismo sino también qué los representaba y querían que no se pierda. Allí surgió todo lo referido a lo pastoril”.
“No sólo propusieron mostrar contenidos vinculados a esta historia, sino que también quisieron recuperar actividades vinculadas a esta vida pastoril, lo que en principio comenzó como museo comunitario, terminó siendo un centro cultural con clases de quechua, talleres de tejido, cuidado de los animales, entre otras actividades”.
“Generamos mucha confianza, por eso nos invitaron a construir este museo comunitario, o como también nos invitaron a la inauguración de la planta de quinoa, son hechos dentro de muchos otros que se fueron dando. Por ejemplo, para mí ahora poder estudiar el origen del pastoralismo también tiene que ver con reivindicar estas prácticas”, aportó Gerola.
“Es importante destacar el rol social y político que puede tener la arqueología, como cualquier ciencia sobre todo en las Ciencias Sociales, que trabajan directamente con las personas, tener la capacidad que nos sirva a nosotros y al resto de las personas con las que trabajamos, que se construya a través del dialogo”, concluyó Martina Di Tullio.
En el marco de las diferentes líneas de investigación que abarca el proyecto, se desarrollan tres tesis doctorales con material de la zona y dos tesis posdoctorales, como también trabajos y exposiciones en instituciones educativas de los tres niveles (inicial, primario y superior).
Agustina Lima (Agencia CTyS-UNLaM)