Un equipo interdisciplinario busca brindar datos científicos sobre la circulación del aire en las escuelas. Los protocolos serán adecuados para la realidad de los distintos prototipos de instituciones que hay en la Provincia.

Por primera vez, después del inicio de la pandemia, el ciclo lectivo comenzó con la totalidad de sus alumnos y docentes dentro de las aulas. Si bien se trata de una buena noticia, también se dispararon un montón de preguntas: ¿Cómo evitar contagios en las escuelas si ya no hay separación por burbujas ni distancia entre alumnos? ¿Se puede mejorar la ventilación de las escuelas? ¿Y en el invierno? ¿Qué va a pasar cuando se enciendan las estufas o cuando llueva?

Si bien las tasas de vacunación son cada vez más altas y los casos de COVID-19 continúan descendiendo, los protocolos aún siguen vigentes. Un equipo interdisciplinario de investigación del CONICET y otras instituciones científicas buscará aportar datos concretos sobre cómo mejorar la ventilación de las aulas. A partir de los resultados, se podrán diseñar estrategias y protocolos que ayuden a garantizar la presencialidad durante el 2022.

Andrés Porta, integrante del equipo que trabaja en esta propuesta impulsada por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires (DGCyE), explicó que “para evitar el contagio hay que lograr que el aire esté lo suficientemente ventilado, es decir, que no haya una sobrecarga del virus y se sature el ambiente”.

Para diseñar estrategias, el equipo deberá relevar datos y hacer un estudio de fluidodinámica. “A partir de la información obtenida con los medidores de dióxido de carbono que se instalarán en todas las escuelas, los arquetipos de aulas de la provincia y la cantidad de alumnos, docentes y personal que esté presente, podremos armar modelos de circulación de aire y estudiar qué medidas se pueden tomar para mejorar la ventilación”, indica Porta, investigador del Centro de Investigaciones Científicas y del CONICET.

“Queremos dar una base medible, certera y científica. Hicimos una prueba piloto con dos aulas, una de zona urbana y otra de zona rural, para contemplar el ruido y la contaminación ambiental. No se puede aplicar la misma estrategia en una escuela que tiene una avenida muy transitada en la puerta que en una que se encuentra por la periferia de la provincia”, aclara el investigador.

“Las variables a contemplar son muchas. Por ejemplo, hay escuelas con techos muy altos y aulas espaciosas, otras que tienen ventanas chicas o que dan a pasillos internos. Cada prototipo de escuela requiere una estrategia distinta. En la Provincia, hay 13 mil instituciones de gestión estatal que corresponden a, al menos, 10 arquetipos de edificios. Son realidades muy diversas, así que, cuando llegue el invierno, haremos auditorías para ver en qué condiciones podemos trabajar”, agrega.

Porta señala que las medidas ya conocidas -como el uso del barbijo, la distancia entre estudiantes y la ventilación cruzada- siguen siendo pertinentes, pero lo que buscan es poder detallar cuánto se deben abrir las ventanas, dónde conviene ubicar los ventiladores o extractores, cuánto tienen que permanecer los alumnos fuera del aula para que se renueven los niveles de oxígeno, entre otros tantos datos.

Un proyecto de interés público

La investigación fue seleccionada para la convocatoria “Ideas-Proyectos” que promueve la Comisión de Investigación Científicas (CIC) y el programa ImpaCT.AR Ciencia y Tecnología del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.

Como parte del proyecto, se trabajará en la optimización de los medidores de dióxido de carbono dispuestos por el Gobierno Nacional para controlar los niveles de este gas en las escuelas del país. “Evaluaremos la posibilidad de mejorar algunos aspectos de estos dispositivos ya que, como no poseen Wifi, no podemos actualizarlos ni descargar datos de forma inmediata y remota”, explica Porta.

El poder de lo interdisciplinario

En el trabajo participan especialistas de diversas áreas, por lo que el conocimiento construido contempla miradas tan diversas como enriquecedoras. “En el equipo tenemos profesionales de la física, la química, la ingeniería y la arquitectura. Este fue un aprendizaje importante que adquirimos en la pandemia: intensificar la interdisciplina que tanto se proclamó, pero que no siempre se aplicaba”, indica Porta, quién también trabaja en la Universidad Nacional de La Plata.

“Tener herramientas de distintas disciplinas y dimensiones, con metodologías y alcances diversos, resulta muy poderoso y nos ayuda a alcanzar los objetivos que fijamos. En lo personal, me sorprendió la respuesta inmediata que hubo de parte de muchos colegas para colaborar. Incluso me encontré con mucha gente dispuesta a ceder recursos de sus laboratorios para priorizar investigaciones que resultaban fundamentales para la sociedad en este momento particular de pandemia”, resalta el investigador.

Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)