Un experto del CONICET, que estudia cómo se distribuye geográficamente el Aedes aegypti a lo largo del territorio, resalta que las tareas de descacharrar reservorios con huevos del mosquito se deben realizar todo el año, y no solo en verano. Las alarmas que se encendieron con las cifras de la epidemia de 2023 y por qué es clave la prevención comunitaria antes que medidas como la fumigación.
Según las estadísticas oficiales del Ministerio de Salud de la Nación, Argentina registró, en los últimos meses, la peor epidemia de dengue de su historia, con más de 120 mil casos autóctonos desde enero pasado, en 18 de las 24 jurisdicciones. El escenario se torna más complejo si se observa que las cifras de la enfermedad, generada por el mosquito Aedes aegypti, crecen de una epidemia a otra: la de 2016 había tenido unos 40 mil casos y la anterior, de 2020, más de 60 mil.
“Para explicar esta situación hay que tener en cuenta que hay una combinación de factores. En principio, somos el rebote de lo que está pasando a nivel regional, con más casos y más muertes, como en Brasil, Paraguay y Perú. Lo que llama la atención y enciende las alertas es que el período entre epidemias se fue achicando”, alerta Darío Vezzani, investigador independiente del CONICET y doctor en Ciencias Biológicas, quien viene estudiando al Aedes aegypti desde hace más de 20 años.
Vezzani es integrante del Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable, entidad multidisciplinaria que tiene doble dependencia: la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) y la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Actualmente, el investigador lleva a cabo varias líneas de estudio vinculadas a ecología de mosquitos de importancia médica y veterinaria, tanto en el Instituto de la UNICEN-CIC como en colaboración con colegas de otras universidades e institutos.
En particular, una de las líneas principales de Vezzani es indagar sobre cómo se amplió la distribución del Aedes aegypti a lo largo de estos años. “El área de vectores del ministerio de salud provincial de Neuquén volvió a encontrar trampas con huevos del mosquito después de 13 años, en depósitos de empresas de transporte. También en Bahía Blanca, Tandil, y Olavarría ya hay una población estable…Estamos hablando de una especie que llega cada vez más al sur del continente”, describe el científico, quien advierte que, a este ritmo, las proyecciones indican que el mosquito podría terminar estableciéndose en la Patagonia.
La clave para torcer el rumbo, asegura Vezzani, es la prevención, no solo en verano, sino, también, en todo el año, incluyendo el invierno. “Es necesario continuar descacharrando, ya que los huevos del mosquito pueden soportar las bajas temperaturas si están en recipientes que acumulen agua, como canaletas, rejillas, neumáticos abandonados o floreros en cementerios. Y debe ser una tarea comunitaria, porque si uno hace tareas de prevención y tu vecino no, el problema sigue existiendo”, apunta.
En esta línea, el científico del CONICET también explica que la fumigación se debería usar solo para cortar momentos de transmisión, pero no ofrece una solución al problema de fondo. “Es hasta incluso contraproducente, porque genera resistencia en las especies y porque no llega hasta los lugares donde el mosquito se cría, como los jardines y patios de las casas”, aclara.
Si bien, bajo la perspectiva del investigador, hay una evolución positiva en las campañas de comunicación realizadas por el Estado, ya sea a nivel municipal, provincial o nacional, todavía falta, considera, mayor presencia estatal y nuevas estrategias para que el mensaje llegue, efectivamente, a la sociedad.
Multiplicidad de enfoques para una misma problemática
Otras líneas de investigación dirigidas por Vezzani incluyen la tesis de Julieta Achaga, licenciada en Tecnología Ambiental, que analiza cómo la gestión de residuos sólidos urbanos en Tandil afecta a la producción de mosquitos de importancia sanitaria. En este proyecto, se enfocan en gran parte de las gomerías de Tandil, por los neumáticos que están fuera de uso como espacio de criaderos.
A su vez, junto a María Victoria Cardo, investigadora del CONICET con sede en la Universidad Nacional de San Martín, estudian la dieta de mosquitos. “Junto a Cardo estudiamos un complejo de dos especies, Culex pipiens y Culex quinquefasciatus, que hibridizan en una zona determinada del país. Cada una de las especies tienen una preferencia alimentaria distinta, ya sea aves, mamíferos o una alimentación mixta, lo cual afecta a la dinámica de transmisión de enfermedades”, especifica Vezzani. No había, hasta el momento, registros de la especie Pipiens pipiens en Sudamérica, hasta que fue registrado por el grupo de estudio en trabajos de recolección en en el oeste de la Patagonia.
Otro proyecto, a su vez, llevado a cabo con la científica Alejandra Rubio -también investigadora del CONICET-, es sobre el control de Aedes, pero con métodos amigables con el ambiente. “Las técnicas de control que suelen usarse no son específicas para mosquitos, por lo que también se eliminan especies benéficas para el ambiente. Entonces, es importante buscar herramientas ambientalmente más razonables o hacer más eficientes las que ya hay, para afectar lo menos posible al ecosistema”, subraya.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)