Tras realizar pruebas en modelos animales con ratones, los investigadores aseguran que el incremento en las posibilidades de desarrollar la enfermedad puede afectar a, al menos, las dos generaciones posteriores.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)
En las últimas décadas, a nivel mundial, los casos de asma han aumentado significativamente. Los especialistas señalan que, como en 50 años no se puede cambiar la genética de la población, esta alteración se debe haber producido por factores ambientales propios de los avances positivos y los cambios negativos de la vida moderna. El estrés es uno de ellos.
“Hace mucho que se estudia el impacto que genera el estrés materno durante el embarazo en la susceptibilidad a desarrollar asma. Basándonos en meta análisis anteriores, es decir, en la sumatoria de muchos estudios epidemiológicos, iniciamos una investigación -con un modelo animal con ratones- para corroborar esto y ver cuál era el efecto”, explicó el doctor Ignacio Fenoy, investigador asistente del CONICET.
“Tomamos ratones hembras preñadas y las dividimos en dos grupos, uno de control, es decir, que no fue sometido a estrés y otro que sí. Lo que observamos es que las crías de madres estresadas aumentaban sus indicadores de inflamación alérgica en el pulmón”, aseguró Fenoy, quien agrega que, el asma es una enfermedad crónica y obstructiva de las vías aéreas caracterizada por la bronco-obstrucción, en otras palabras, que el aire no puede entrar ni salir de los pulmones.
El siguiente paso para los investigadores del CONICET fue determinar si el efecto era estable en el tiempo y si se transmitía generación tras generación. “Dejamos crecer a las crías sin someterlas a ninguna alteración y, luego, las embarazamos para corroborar si en sus crías también estaba aumentada la susceptibilidad a desarrollar asma”, detalló el investigador en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
“Los resultados indicaron que, efectivamente, si en el período de gestación, la primera hembra fue sometida a estrés, la cría de la primera, aunque no haya sufrido estrés en su embarazo, también tendrá crías con mayores posibilidades de tener asma”, destacó Fenoy al resaltar que aún no hay otros estudios publicados que muestren los efectos en las subsiguientes generaciones de los modelos animales.
“Ahora, avanzaremos con los mismos estudios en las terceras generaciones y podremos determinar si el efecto es transgeneracional. Por lo que vemos, creemos que van a repetirse estos resultados, pero que va a ir disminuyendo la penetrancia del fenotipo, es decir, que se va ‘diluyendo’ el efecto”, adelantó el doctor en Biología Molecular y Biotecnología.
Una mamushka de estrés
Lo que a una persona puede resultarle el trago más amargo de su vida, a otra puede representarle una situación cotidiana. Cada individuo se puede estresar con distintas cuestiones, incluso, con escenarios imaginarios. Lo cierto, es que los niveles de cortisol en sangre, pueden ser un medidor de la respuesta al estrés que tiene cada persona ante determinada realidad.
Dado que durante el embarazo esta hormona llamada cortisol puede atravesar la placenta, la huella que deja parece ser mucho más profunda de lo que se cree. “Si la madre enfrenta situaciones de estrés, el feto también se verá afectado, pero, en caso de que el feto sea hembra, su producción de gametas, es decir, de células sexuales, también estará condicionada”, explicó Fenoy quién trabaja en la Escuela de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de San Martín.
“Las mujeres nacen con un número fijo de óvulos porque la división celular que da origen a esos óvulos sucede durante la gestación. Si en este período -cuando el feto está produciendo sus células sexuales-, la madre recibe estrés, se afecta a la madre, al feto y a sus gametas. Es una mamushka”, graficó el investigador del CONICET que llevó adelante este trabajo en conjunto con María de los Ángeles Aldirico, Florencia Giorgio y Guido Rattay.
En el caso del asma, esta alteración que produce el estrés favorecerá a que varias generaciones tengan aumentada la susceptibilidad a desarrollarla, ya que, si bien el asma tiene un gran componente genético, la interacción con el ambiente puede gatillarla o potenciarla.