Es el resultado de un proyecto de investigación del CONICET, a partir de pruebas en escenarios virtuales a alrededor de 100 voluntarios sedentarios. El descubrimiento, estiman los expertos, podría ayudar a pensar estrategias que mejoren la memoria espacial en pacientes con Alzheimer.

Con la participación de casi un centenar de voluntarios, y ayudados con las herramientas y las ventajas de la realidad virtual, investigadores del CONICET pudieron demostrar que 25 minutos de actividad física mejoran la memoria espacial. El descubrimiento es clave, ya que podría ayudar en el diseño de estrategias que mejoren esta función cognitiva, tanto en pacientes con Alzheimer como con otras condiciones neurodegenerativas.

“Con técnicas de realidad virtual planteamos escenarios con distintas claves espaciales y actividades y, en base a eso, hicimos diversas pruebas en 98 voluntarios de entre 18 y 35 años, para evaluar cómo esas personas trabajan y analizan estas claves espaciales”, explicó, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, Florencia Rodríguez, becaria doctoral del CONICET y primera autora del estudio, publicado en la revista iScience.

¿Cómo lo descubrieron? A los voluntarios se les pidió que, utilizando estrategias espaciales, recolectaran dos banderas que se les presentaban en posicione muy cercanas. Luego, el participante tenía que identificar una tercera bandera, ubicada en medio de las dos anteriores, para estudiar un fenómeno que se llama separación de patrones.

“De forma simultánea, estudiamos también cómo la actividad física afecta la fase de consolidación de memoria, que es cuando los recuerdos se codifican en nuestras neuronas- profundizó Rodríguez-. Entonces, luego de aprender la posición de las dos primeras banderas, un grupo de los voluntarios realizó una actividad física aguda, con 25 minutos de bicicleta fija. El otro solo vio el video de una carrera de ciclistas. Y, cuando les pedimos a todos que identificaran espacialmente la bandera del medio, el grupo que había hecho actividad física podía separar mejor los recuerdos de las posiciones”.

Según describió la becaria doctoral, los participantes que manifestaron valerse de claves espaciales para orientarse en el entorno pudieron resolver mejor la tarea que aquellos participantes que dijeron guiarse por otras estrategias, como la posición de ellos mismos, la cantidad de giros que daban en el entorno o la sombra que proyectaban las banderas que debían memorizar, entre otras.

Los voluntarios eran personas sedentarias, con determinadas características, como edad, estilo de vida y consumo de sustancias, y completaron un cuestionario para analizar la actividad física que realizaban en sus labores diarias. El equipo de investigación también hizo el experimento con un grupo de atletismo de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), quienes realizaban actividad física de forma intensa cinco o más días a la semana durante más de una hora, para apoyar los resultados.

Realidades virtuales

El proyecto, que ya tuvo una etapa anterior, surgió a partir del trabajo en conjunto de dos grupos. Por un lado, el MediaLab del Instituto Pladema (perteneciente a la Comisión de Investigaciones Científicas y a la UNICEN), que trabaja desde hace varios años con simuladores de realidad virtual. Por el otro, investigadores del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y expertos en el área de neurociencia, que buscaban aprovechar las ventajas de este tipo de tecnologías para poder realizar las mismas pruebas que les hacían a los animales en los laboratorios, pero, esta vez, en humanos.

Los experimentos fueron posibles porque los científicos utilizaron un simulador de realidad virtual inmersiva llamado “Cave” (siglas de “Computer Assisted Virtual Environment”). Ubicado en el MediaLab, se trata de una sala donde se proyectan imágenes generadas por computadora en paredes y piso, con la posibilidad de recrear distintos tipos de escenario.

“Al ser en un entorno virtual, todos los participantes realizan la misma prueba. Ni el clima, ni los cambios en el paisaje, ni los detractores naturales del mundo real tienen influencia alguna sobre la experimentación. Por otro lado, se pueden manejar los entornos según los requerimientos de la prueba”, detalló Rodríguez.

Por ejemplo, el equipo podía hacer que las banderas aparecieran y desaparecieran de forma automática, sin intervención de un tercero que pudiera distraer al participante. “Y, al ser en un entorno controlado, evitaban también los peligros de la naturaleza, como que el participante tropiece contra una piedra, que se canse caminando o que vaya a distintas velocidades de paso, entre otros”, agregó la becaria.

Para el equipo de investigación, los entornos de realidad virtual son una herramienta muy valiosa para hacer estos experimentos en humanos, sobre todo por los terrenos que quedan por indagar, como, por ejemplo, las reacciones a distintos estímulos, las sensaciones que provocan en los humanos la inmersión y las emociones.

“Seguimos apostando fuertemente a nuestros proyectos de investigación y a seguir construyendo y creciendo con nuestro maravilloso equipo multidisciplinario. Por otro lado, contamos con el apoyo de la comunidad, principalmente de nuestros alumnos de la UNICEN, que siempre están dispuestos a participar de nuestras pruebas y divertirse. Nos encanta que los experimentos despierten la curiosidad de nuestros estudiantes y los motive a participar de eventos científicos e involucrarse en carreras de ciencia y tecnología como profesionales ya formados en estudios de grado”, concluyó Rodríguez.

El trabajo tiene como autores a Daniela Ramirez Butavand, María Florencia Rodríguez, María Cifuentes, Magdalena Miranda, Cristian García Bauza, Pedro Bekinschtein y Fabricio Ballarini.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)