Durante y después de la cena: esos son los horarios elegidos para mirar las tan aclamadas series de la plataforma de streaming Netflix, según una reciente encuesta de la consultora Ibarómetro. La tendencia, que crece sobre todo entre los más jóvenes, implica restar horas destinadas al sueño, lo que afecta la calidad del descanso y trae consecuencias en la salud a corto y largo plazo.
La irrupción de Netflix en la vida cotidiana rompió con la antigua manera de mirar la televisión por entregas. Cuando se trata de una telenovela uno sabe que debe esperar al día siguiente para ver qué sucede entre los enamorados, no queda otra. Sin embargo, a través de esta plataforma es posible ver todos los capítulos de “un saque”, uno atrás de otro, y completar una temporada en maratón.
En Estados Unidos, de donde provienen la mayoría de las series que fanatizan a los usuarios, ese fenómeno ya tiene un nombre: se llama binge watching, lo que significa “darse un atracón” con la ficción.
De acuerdo a un informe difundido por Netflix, en total, desde 2012 a estos días, 8,4 millones de personas vieron una serie de un saque alguna vez. Mientras que desde 2013, la cantidad de personas que practica ese modo se multiplicó 25 veces: pasó de 200 mil a los cinco millones de este año.
El investigador en trastornos del sueño de la Universidad Católica Argentina (UCA) y el Conicet, Daniel Eduardo Vigo, explicó que de por sí “la luz azul que emiten las pantallas led promueve el estado de alerta y perturba el sueño”, por eso no es recomendable utilizar estos dispositivos antes de ir a acostarse y mucho menos pasar horas frente a ellos, a contramano de la tendencia actual.
Es que existe un mecanismo de regulación del sueño que nos permite estar alerta durante las horas de luz, con alta frecuencia cardíaca y actividad cerebral; y que se ocupa de aumentar los niveles de melatonina –hormona segregada por la glándula pineal– y bajar los ritmos circadianos o de “reloj biológico” al anochecer.
La frase “no es lo mismo dormir de día que de noche” no pierde vigencia. La luz solar es uno de los principales factores que rige la alternancia entre sueño y vigilia: cuando la vida diurna se extiende a horas de la noche, el reloj biológico comienza a sufrir alteraciones, un fenómeno conocido como cronodisrupción o “jet lag social”.
“En el corto plazo, restar horas de sueño puede predisponernos mal psicológicamente, volvernos más irritables y ansiosos”, explicó Vigo. “Además disminuye nuestra atención y somos más proclives a sufrir accidentes”. Mientras que “a largo plazo, es decir si se sostiene en el tiempo como un hábito, dormir poco aumenta el riesgo de padecer enfermedades metabólicas, como obesidad y diabetes; y también de tipo cognitivo”, indicó.
Según una encuesta de Ibarómetro realizada en la Ciudad de Buenos Aires, el 76% de los consultados dijo que mira las series de noche: de ellos, el 18.3% lo hace durante la cena, el 54,2% luego de la comida y el 3,5% durante la madrugada.
El 43% prefiere Netflix a la televisión. Sólo el 11,4% dijo que le gustan ambas y al 6,1%ninguna. Y las maratones son frecuentes para siete de cada 10 porteños.
Expertos aseguran que las horas de sueño se han reducido considerablemente en la población mundial –se estima que dos horas en los últimos 50 años–, mientras que al menos un tercio de la población adulta padece o ha padecido insomnio. En Argentina, la Asociación de Medicina del Sueño local sostiene que el 40% de la población adulta tiene problemas para descansar.
En ese sentido, Vigo sostuvo que es necesario hacer hincapié en lo que él denomina “la higiene del sueño”. “La habitación debe estar oscura y sin ruidos. Debe reservarse como un lugar especial para el descanso”, dijo.
En cuanto a las siestas, el investigador señaló que lo ideal es que “sean de unos 20′ y antes de las 17hs para que no interfieran con el periodo de descanso nocturno”.