Es el causante de desequilibrio emocional y el principal desencadenante de enfermedades cada vez más frecuentes como colon irritable, gastritis crónica, colitis ulcerosas, entre otras.
Durante todo el año vivimos en mayor o menor medida bajo ciertas presiones, lo que puede generar un alto nivel de tensión que el organismo percibirá como una agresión, utilizando el estrés como mecanismo de defensa. Estas situaciones, que implican diferentes niveles de emocionalidad, pueden dañar gravemente al organismo si se sostienen en el tiempo.
El estrés representa cualquier situación de angustia, miedo, represión o estado de alerta que provoca y altera a nuestros sentidos. Puede ser estrés crónico o agudo, pero en cualquiera de sus formas puede desencadenar diversos tipos de enfermedades crónicas o autoinmunes e incluso en muchos casos terminar con la vida del paciente.
Si bien en la mayoría de las colagenopatías o enfermedades autoinmunes el sistema inmunológico se ve afectado y embiste a las células, tejidos y órganos sanos -encargados principales de la defensa de su cuerpo- por error, el aspecto emocional es uno de los principales factores para desarrollarlas. De hecho, en el transcurso de la atención clínica se ha observado que la mayoría de los pacientes que poseen una enfermedad autoinmune, por lo general, poseen algún problema a nivel emocional o están atravesando una situación de angustia o estrés.
Cortisol: la hormona del estrés
Los desequilibrios emocionales, cuando son extremos, generan cambios a nivel orgánico e inmune que alteran por completo nuestra salud. Hay quienes piensan que estos cambios solo repercuten en el estado de ánimo o en el sueño, pero cuando una persona vive al límite en sus exigencias mentales, no descansa y se siente bajo presión, fuerza a su organismo a producir la hormona del estrés: el cortisol.
A mayor tiempo estresados, más cortisol se producirá y mayor facilidad tendrá nuestro cuerpo para desarrollar ciertas dolencias psicosomáticas, como por ejemplo úlceras, diarreas, hipertensión, vómitos, palpitaciones o parálisis musculares. Esto se debe a que en escenarios normales el organismo emplea casi toda su energía en actividades destinadas a la modificación, reparación y creación de nuevos tejidos. En momentos de estrés todo cambia, ya que debe dirigir su energía a otros procesos, deteniendo las actividades de renovación del cuerpo.
El problema surge cuando los radicales libres -generados por estrés, ejercicio físico en exceso, etc- afectan de forma directa a los componentes de las células, dañando lípidos, proteínas y carbohidratos. Esto causa un deterioro, en ocasiones irreversible, como envejecimiento prematuro, procesos inflamatorios crónicos, cáncer, Parkinson, Alzheimer, ateroesclerosis, cataratas, entre otros.
El estrés genera además inmunodepresión gracias a los niveles elevados de cortisol por la sensación de alarma constante, lo que daña e inhibe el normal funcionamiento del sistema inmune. Además, con el paso del tiempo, estas situaciones pueden funcionar como colaboradoras en el desarrollo de enfermedades como obesidad, artritis, infarto de miocardio, ansiedad, insomnio, colon irritable, colitis ulcerosa, alergias, enfermedades de la piel, enfermedades cerebrovasculares, hipertensión arterial, migrañas, lupus y algunos cánceres e infartos.
La detección de estas enfermedades puede ser insidiosa y demorarse en el tiempo. En muchos casos el diagnóstico se retrasa incluso hasta varios años. Esto se debe a que por lo general el médico puede interpretar los síntomas como cualquier inflamación y busca mejorarlos con antiinflamatorios comunes. Recién cuando el paciente continúa con la sintomatología es cuando se afina el diagnóstico, por lo que los síntomas y las pruebas de laboratorio juegan un papel primordial.
El estrés es el causante del desequilibrio emocional y el principal desencadenante de enfermedades, afectando por igual a hombres y mujeres de todas las edades. A pesar de los avances que se han realizado en este campo, muy pocos casos son curables y se declaran crónicos. Es importante tener en cuenta que el estrés afecta al equilibrio general del cuerpo, lo cual puede convertirse en un desencadenante fatal, el cuerpo habla y no debemos pasar por alto las señales de alerta.
Asesoró: Dr. Ernesto Crescenti (MN: 50.776), médico, investigador y Director del “Instituto de Inmunooncología Dr. Ernesto J.V. Crescenti”