Investigadores de la Universidad de Buenos Aires y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria ponderaron la conversión energética y la urgencia de reforzar el sistema de salud de las áreas más vulnerables de Argentina y América Latina, para reducir los riesgos de exposición.

Aumento de temperatura, derretimiento de glaciares, y aspectos sociales como la distribución de enfermedades debido a la ampliación de vectores como el mosquito, además de un incremento en la frecuencia de sequías y lluvias torrenciales, se consolidan como los principales efectos de la crisis climática en América Latina.

Asimismo, el documento del IPCC hace foco en que el impacto en la salud seguirá incrementándose. “En la mayoría de América Latina y en nuestro país, más hacia la región del norte, vamos a estar expuestos y en mayor riesgo de muerte más de la mitad del año, debido a la temperatura y la humedad”, alertó Matilde Rusticucci, investigadora en la Universidad de Buenos Aires (UBA-CONICET) y coautora del sexto informe de evaluación del IPCC, publicado en 2022.

Según la especialista, se estima que de 180 a 200 días por año, los argentinos estarán expuestos a una temperatura y humedad que podría  provocar muertes, en  casos donde no cuenten con las protecciones necesarias. “Durante una ola de calor, ¿quiénes son los que están más protegidos? Aquellos que tienen la posibilidad de estar en lugares refrigerados y no estar expuestos al sol trabajando en sectores como la construcción, o que viven en casas de infraestructura precaria. Todo esto ya se ve y se verá en el futuro aún más si no se toman medidas de adaptación”, amplió Rusticucci, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

¿Qué medidas se deben tomar en la región para una adaptación efectiva?

Lo que en principio apuntan desde el IPCC es continuar por el camino de la conversión energética, es decir, pasar de energías fósiles a renovables. “Argentina se comprometió a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el Acuerdo de París, por lo tanto, es un deber hacer efectivas las estrategias de mitigación”, destacó Pablo Peri, coordinador del Programa Forestal Nacional del INTA y coautor del 6to informe de evaluación del IPCC.

Entre las acciones a priorizar, el especialista aseveró que Argentina tendrá que adaptar las áreas más vulnerables del país al cambio climático, ya que no todo el impacto es igual para todas las regiones. Un ejemplo es la zona de Cuyo, donde la producción agrícola depende fuertemente del agua que proviene de las montañas, zonas de glaciares y vertientes, la cual está disminuyendo. Por lo tanto, un aspecto de la adaptabilidad es contar con sistemas de riego eficientes.

En esta misma línea, el especialista sugirió el refuerzo del sistema de salud nacional para la prevención de golpes de calor o por aumento de propagación de enfermedades como el dengue, así como también generar cambios en la infraestructura para evitar inundaciones en zonas bajas.

Otro aspecto a tener en cuenta, según Peri, es disminuir la tasa de deforestación de los bosques nativos, ya que estos ecosistemas son sumideros de carbono. En referencia a este punto, el ingeniero aseguró que Argentina cuenta con propuestas productivas en los bosques nativos, como el Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI), que es un acuerdo entre el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación y la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, en donde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) es el apoyo técnico.

Financiamiento climático, entre las claves para los países en desarrollo

Uno de los momentos más complejos de las negociaciones climáticas es el momento de distribuir el dinero con el que cuentan los países más desarrollados -y principales emisores de gases de efecto invernadero- para proveer de fondos a los países en desarrollo, que son quienes más sufren las consecuencias del cambio climático.

“Para concretar planes como la transición energética, lo que se necesita es flujo de dinero, que está demorando en llegar a la región. Argentina en particular tiene interés en destinar mayor presupuesto para mitigación y no para adaptación, cuando en realidad es una cosa que tenemos que hacer a la par: adaptarnos al clima para que el impacto no sea tan negativo, y, a la vez, mitigar el cambio climático”, explicó Rusticucci.

Peri mencionó que “el mundo tiene que rever el actual financiamiento para la adaptación y mitigación de esta crisis climática”, al mismo tiempo que resaltó que es necesario pasar a la acción. “Esto es un problema global, entonces los países con mayor capacidad financiera, que coincide en muchos casos que son los grandes emisores, deberían acompañar en este proceso”, concluyó.

Agustina Lima (Agencia CTyS-UNLaM)