Un equipo de especialistas en modelos matemáticos de CONICET alertó sobre el relajamiento de las medidas de prevención a nivel federal e instó a crear una campaña de concientización y educación sanitaria para la población, aún para el momento en que la vacuna ya esté disponible en nuestro país.

Investigadores de la Red de Modelización de Enfermedades Infecciosas y de la Red de Investigación Traslacional en Salud (CONICET) publicaron un informe técnico sobre cómo circuló el virus en el Gran Buenos Aires, qué información brindó esa dinámica y qué posibles medidas de gestión se podrían tomar.

“Lo que tratamos de hacer es romper con cierta hegemonía de las comunicaciones. La idea era mostrar, con cierta objetividad, cuándo algo es correcto y cuándo está errado o no es aplicable a nuestro contexto”, explicó el físico e investigador de CONICET en la CNEA e integrante del equipo, Marcelo Kuperman, en diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, y aseveró: “No en todos lados ocurre lo mismo, no todos estamos en la misma etapa de madurez del proceso epidemiológico”.

De realidades paralelas

Desde que se detectó el primer caso en Buenos Aires hasta fines de agosto, el AMBA registró un aumento paulatino de contagios hasta mantenerse en un promedio de 50 casos cada 100 mil habitantes. Cifra que, en los meses siguientes, comenzó a descender.

Según los investigadores, para que la curva se diera de esa manera –y no arroje un saldo mucho mayor de contagios en una región tan densamente poblada- tuvieron que pasar varias cosas. La principal: pocas personas circulando pero teniendo contacto con otras, lo que generó una suerte de inmunidad comunitaria para esos grupos expuestos.

No obstante, hay una enorme mayoría que se mantuvo relativamente aislada. “Hay vastos sectores de la sociedad que no han estado expuestos al contagio como sí lo estuvo un sector minoritario. Este grupo reducido habría mantenido una dinámica de contactos más activa y sería básicamente el que ha adquirido inmunidad”, detalla el informe.

De esa forma, se logró que una gran cantidad de personas sea menos susceptible de contraer la enfermedad y propagarla, lo que ayudó al descenso de la tasa de reproductividad media (Reff) del virus que se observa desde agosto. Si toda la población hubiese estado expuesta por igual, el descenso en la incidencia de contagios se hubiera dado varios meses después, con una presión mucho mayor sobre el sistema de salud.

En otras palabras, el aislamiento sirvió, pero, con varios sectores de la población empezando a circular nuevamente, si no se mantienen estrictas medidas de prevención –higiene de manos, uso de barbijo y distancia social, entre otras- la incidencia de contagios puede volver a subir.

Un problema mundial, una solución local

Una de las posibilidades que circularon mediáticamente en los últimos meses fue la “cuarentena intermitente”, en la que se alternan periodos con aislamiento restrictivo y periodos de normalidad. Para el equipo de investigadores, esa idea, ensayada en modelos matemáticos, no tiene correlato en nuestra realidad local. Básicamente, porque supone que en los momentos de restricción, los contactos sociales cesan, algo que estuvo lejos de suceder en la provincia.

“La posibilidad de que una epidemia crezca con más o menos fuerza –explicó Kuperman- depende de lo que se llama “Reff”, o Tasa Reproductiva Efectiva del virus, que da cuenta de la cantidad de contactos entre la población. Si el valor de Reff es mayor que 1 hay epidemia, si es mucho mayor que 1, hay una propagación explosiva y, si es menor que 1, la enfermedad está empezando a mermar”.

Para el equipo, el problema con los modelos de cuarentena intermitente es que dan por sentado que el Reff estará por debajo de 1 en los días de aislamiento, pero eso “no se ha observado en ningún momento en nuestro país”, por lo que desaconsejan la aplicación este tipo de medidas. En esa línea, Kuperman añadió que, “si el Reff hubiese sido menor que 1 durante nuestra cuarentena, nos podríamos haber quitado de encima el COVID-19 al cabo de los primeros dos meses”.

Cambiar la forma de mirar (y de testear)

En suma, los científicos observaron que las medidas a tomar deben tener en cuenta la información disponible sobre lo que ocurre en cada contexto. Así, se podría aprovechar los recursos de la manera más eficiente y las personas podrían gestionar por sí mismas su situación y evitar contagios por descuidos.

Por ejemplo, señalaron que, si bien los tres síntomas principales son fiebre, tos y dolor de cabeza, no en todos los infectados se manifiesta igual. Si también se estimara a aquellos que presentan solo uno de los síntomas o que no responden a un cuadro estrictamente respiratorio, la cantidad de casos a seguir aumentaría.

En ese sentido, los investigadores recomiendan que, ante el primer malestar, se tomen las medidas preventivas del contagio de COVID-19 “y no levantarlas hasta dos días después de pasado el mismo”. A su vez señalan que, para que tales conductas se cumplan, es necesario facilitar las regulaciones laborales.

En relación a los testeos, Kuperman expresó que, en Argentina, “la política de testeo falló por el volumen bajo de tests que se hicieron” y resaltó que es importante sostener y mejorar esa medida para seguir la ruta de circulación del virus –testeando a los contactos de los casos sospechosos- y para anticipar futuros focos de contagio, como ocurre con los testeos al azar.

“Los testeos son importantes, incluso durante las campañas de vacunación, porque van a poder evaluar la efectividad de la vacuna. Si de repente detectás que hay zonas muy calientes, con una positividad muy alta, podés priorizar algunas regiones más afectadas que otras”, resaltó el experto.

¿La vacuna es el final? Bueno, no del todo.

A más de ocho meses del arribo del COVID-19 al país, un evento que sin dudas afectó las conductas cotidianas en los hogares y espacios públicos, dos de las tan esperadas vacunas contra el SARS-CoV-2 ya fueron aprobadas –Pfizer en Estados Unidos y Sputnik-V en Rusia- y comenzarán a ser aplicadas en sus territorios en los próximos días.

A pesar de que oficialmente se baraja el inicio de las campañas de vacunación en Argentina para el mes de diciembre, entre la aplicación de la vacuna y la manifestación concreta de inmunidad hay un periodo del que poco se habla y que, si no se lo considera, puede causar problemas.

“Una de las principales cuestiones que tenemos que tratar de comunicar ahora es que la vacuna es efectiva pero su efecto se percibe unas semanas después de su aplicación. Hace falta que el sistema inmune desarrolle una respuesta a partir del estimulo de la vacuna, y para eso necesita tiempo”, enfatizó el investigador, y resaltó que, mientras tanto, las políticas de testeo y concientización deben ir de la mano.

“Es importante romper ese mito de que la vacuna es el fin de todo lo relacionado a la pandemia, y hacerlo de tal manera que las personas no se sientan volcadas a pensar que la vacuna no sirve. Hay que comunicar que la vacuna sirve, pero que no es algo mágico que nos va a liberar de todos los males”, concluyó.

Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM)