INSOLITO: El cambio climático podría afectar a las comunidades de lombrices a nivel global

Se trata de especies fundamentales para la productividad vegetal de los suelos.

Un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Science, en el que colaboraron investigadores del CONICET, reveló que los patrones de distribución de las lombrices a escala global dependen principalmente de variables climáticas como la temperatura y las precipitaciones y en menor medida de las propiedades del suelo. Según los especialistas, estos resultados sugieren que el cambio climático podría tener serias consecuencias para las comunidades de lombrices y los servicios que ellas proveen a los ecosistemas.

El trabajo contempló datos de 6928 sitios repartidos en cincuenta y siete países distintos de cinco continentes (no se incluyo la Antártida) y tomó en cuenta tres variables relacionadas con la distribución de las lombrices: biodiversidad, abundancia y biomasa, las cuales fueron correlacionadas a su vez con diferentes mediciones ambientales.

“La novedad de este trabajo es que revela, a partir de una inmensa base de datos, que a nivel global las variables que mejor explican la distribución de la diversidad de las lombrices son las climáticas, principalmente la temperatura y las precipitaciones”, afirma José Camilo Bedano, investigador del CONICET en el Instituto de Ciencias de la Tierra, Biodiversidad y Ambiente (ICBIA, CONICET-UNRC), especialista en ecología del suelo y uno de los colaboradores del trabajo. Además de Bedano, por parte del CONICET participó del trabajo la investigadora Anahí Domínguez, también del ICBIA.

La importancia de las comunidades de lombrices para los ecosistemas de los que forman parte reside principalmente en su participación en distintos procesos biológicos del suelo, vinculados a la formación de su estructura y al reciclado de nutrientes, que son cruciales para la productividad de las tierras destinadas a usos agrícolas. Estas contribuciones dependen de su abundancia, biomasa y biodiversidad.

“Por un lado, mediante la excavación de túneles y galerías, las lombrices mejoran la estructura del suelo al facilitar tanto el ingreso del aire y el agua como el crecimiento de las raíces. Además, reciclan nutrientes al alimentarse de residuos orgánicos que están sobre la superficie del suelo (rastrojos y hojarasca) y luego reincorporarlos a nivel subterráneo en forma de unos grumos fecales ricos en carbono, a los que se denomina agregados biogénicos”, explica Bedano.

De acuerdo, con el investigador estos procesos también pueden afectar al clima: “Sabemos que una de las estrategias para contrarrestar el calentamiento global es disminuir las concentraciones de dióxido de carbono que hay en la atmósfera y que una de las formas de hacerlo es la incorporación carbono al suelo, que está regulada entre otras cosas por el trabajo de las lombrices. Al mismo tiempo, la actividad de las lombrices, al aportar nutrientes, reduce la necesidad de recurrir a fertilizantes químicos, cuyo uso implica también la liberación de gases de efecto invernadero. En este sentido, podríamos afirmar que entre las lombrices y el clima existe una relación bidireccional”, asegura.

El trabajo destaca que, a escala global, los patrones de distribución tanto de la biodiversidad como de la abundancia de lombrices son opuestos a los que presentan las especies que viven sobre la tierra, como las plantas, que suelen mostrar mayor riqueza de especies en los trópicos. Es en los sitios ubicados en zonas templadas (como la región Pampeana), en cambio, donde se puede encontrar más riqueza de lombrices y mayor cantidad de individuos por metro cuadrado.

“Esto significa que en las regiones templadas hay más cantidad de especies a escala local (de cada sitio), mientras que en los sitios tropicales hay mayor endemismo – las especies se distribuyen en áreas geográficas limitadas, dentro de las que son predominantes. De todos modos, hay que aclarar que si se mira la biodiversidad total de lombrices a nivel regional es más elevada en los trópicos”, explica Bedano.

Según los investigadores, esta particular forma de distribución de las lombrices a nivel mundial podría ser en parte efecto de la actividad humana, así como de las glaciaciones en la última edad de hielo.

“En los trópicos no hubo glaciación, lo que llevó a que hoy presenten mayores endemismos. En las zonas templadas, en cambio, las glaciaciones implicaron a la extinción de muchísimas especies de lombrices, permitiendo que sean repobladas por otras nuevas con gran capacidad de dispersión. Eso explicaría que sean áreas con alta diversidad local, pero relativamente baja biodiversidad regional”, sintetiza el investigador.

De acuerdo con los científicos, los resultados de este estudio son indicativos de que los cambios en el clima podrían afectar a las comunidades de lombrices y de esta a forma tener un efecto cascada sobre el resto de los ecosistemas de los que forman parte. Por tal motivo, destacan la necesidad de incorporar los organismos subterráneos en los estudios sobre biodiversidad.

Efectos del manejo del suelo a nivel local

Aunque a nivel mundial los patrones de distribución de las lombrices revelan un mayor peso del clima que de otros factores ambientales, a escala local los manejos de la tierra adquieren mayor importancia.

“Más allá de la influencia de la temperatura y las precipitaciones, lo cierto es que un manejo inadecuado de la tierra produce una disminución en la abundancia y diversidad de las lombrices que lleva a reducir la calidad de los suelos. Prácticas agrícolas como el monocultivo repercuten de forma negativa sobre la productividad del suelo y vuelven necesario recurrir a insumos externos -que también son dañinos para las lombrices- sin que sea suficiente con los procesos biológicos naturales en los que intervienen los organismos subterráneos”, indica Bedano.

De acuerdo con Bedano, los manejos de la tierra que más afectan a la abundancia y biodiversidad de lombrices son aquellos que no les ofrecen rastrojos en cantidad y diversidad para que puedan alimentarse, producen una compactación del suelo que no les permite moverse o recurren en exceso al uso de agroquímicos.