Por Eduardo Di Cola* – Por el mero agotamiento de la mitad del mandato al gobierno pronto le comenzará a correr el tiempo de descuento. El balance indica que no logró alcanzar sus objetivos. No solo los referidos con las promesas de campaña, que con una mirada complaciente podemos ubicarlas a la sombra de las demasías proselitistas, sino que tampoco con los objetivos que prometió alcanzar, a partir de las decisiones tomadas en el ejercicio de la plenitud de su función gubernamental.
En economía se puede hacer cualquier cosa. Lo que no se puede es evitar las consecuencias.
Todos los índices empeoraron con relación al 2015, que al decir del gobierno fue el peor de la herencia recibida. Los indicadores que hoy con sentido electoralista se esmeran en mostrar como positivos, continúan perdiendo en la comparación con los de hace dos años.
Se puede ser peronista, radical o anti. Creer o no en las denuncias por corrupción. Conmoverse con la corrupción de uno y disimular la del otro.
Podemos estar parados en cualquiera de las dos orillas de la mentada grieta. De todas formas no podremos evitar ser alcanzados por los venideros tiempos de descalabro económico.
Menos consumo y producción, perjuicio a las pymes y a la industria nacional, aumento de la desocupación y de la fuga de divisas. A propósito, ¿recuerda el crédito por US$ 2.750 millones a cien años?, bueno, los US$ 2.750 millones se fugaron en dos meses, mientras a todos nos queda seguir pagando por lo que resta del siglo.
Volvamos, el atraso cambiario está en los mismos niveles que por entonces el gobierno utilizó como argumento para decidir la devaluación. El endeudamiento récord provoca el consiguiente impacto presupuestario por los intereses que debemos afrontar. Lo que hasta el 2015 se destinaba a subsidios al transporte, electricidad, agua, gas, combustibles y otros, con el claro sentido de darle mayor competitividad a la economía, a la vez de promover el consumo en favor del comercio y la industria, ahora tienen como destino la usura internacional y la bicicleta financiera. Peor aún si observamos el castigo presupuestario en salud, educación, ciencia, etc.
Para los que de buena fe siguen pensado que este es un camino que se necesita recorrer, deben tener claro que el esfuerzo demandado no tiene ningún destino virtuoso. Ni siquiera alcanzó para bajar el déficit fiscal, el que por el contrario se incrementó.
Si aún así continúa confiando con que el futuro será mejor, el propio proyecto de presupuesto para el próximo año lo desmiente al insistir con más aumentos y ajustes, acompañado con niveles de endeudamiento que en el mejor de los casos será igual al del corriente año, lo que nos asegura el triste privilegio de seguir ocupando la “pole position” entre los países en vía de desarrollo que más deudas contraen en el mundo. Ni con un proyecto de presupuesto dibujado en sus números les alcanza para disimular la gravedad de lo que viene.
*Diputado Nacional -Mandato Cumplido-