Se trata del Suboficial Mayor VGM (RE) Eduardo Daniel Lavarello, quién en la actualidad tiene 63 años y durante el Conflicto del Atlántico Sur tenía 22, entonces era Cabo Segundo Maquinista y flamante submarinista a bordo del ARA “San Luis”. Multimedios EL DEBATE comparte su relato estremecedor de lo que le tocó vivir y que hoy todavía recuera con emoción.
EL DEBATE comparte esta personal experiencia de guerra y te pone en situación, entonces corría “el 3 de abril de 1982 el comandante del submarino ARA “San Luis” recibió la orden de alistar su tripulación y la nave; eran 34 tripulantes y precisaban víveres para una patrulla prolongada. “Nos ordenaron alistar lo antes posible con la misión de mantener la recuperación de Malvinas”, introduce el Suboficial Mayor VGM (RE) Eduardo Daniel Lavarello.
Oriundo de General Campos, Entre Ríos, ingresó a la Armada Argentina en 1977 y sirvió 35 años hasta su retiro en 2012 como Suboficial Mayor VGM. Su puesto de trabajo era en el Cuarto de Control; su tarea, que los motores no dejaran de funcionar. “Yo recién había egresado como submarinista, siendo mi estreno a bordo. Recuerdo que se conformó un equipo homogéneo y altamente competente”, relata.
Luego de la zarpada de la Base Naval Mar del Plata el 11 de abril, el “San Luis” patrulló una zona al este de las Islas Malvinas. El submarino hizo estación en el Golfo de San Jorge porque el sistema control tiro presentaba fallas: “En caso de combate había que tirar los torpedos manualmente; la consola estaba sin servicio”.
El 27 de abril se dirigió sigilosamente al Teatro de Operaciones y llegó a la Isla Soledad. Para su óptimo funcionamiento, el submarino requiere comunicarse con la atmósfera usando el snorkel. Es una maniobra diaria y riesgosa donde se ponen en marcha los motores para cargar las baterías y renovar el aire; y debe hacerse rápido y antes del amanecer. Lavarello resaltó: “El submarino nunca estuvo visible, salvo en las maniobras de snorkel, lo que nos permitió estar más de 40 días en inmersión”.
El 1º de mayo por la mañana, los sonaristas advirtieron rumores hidrofónicos y el Comandante, Capitán de Fragata Fernando Azcueta, ordenó el lanzamiento del primer torpedo, un SST-4. “Nuestro bautismo de fuego fue ese día. Yo estaba en la proa de la nave cubriendo Puesto de Combate. En esa parte, cuando sale un torpedo se siente mucho porque todo el frente retumba; pero no escuchamos ninguna explosión”.
Esta acción disipó las naves británicas, pero acercó a sus helicópteros, que lanzaron torpedos antisubmarinos. El submarino logró evadir los torpedos y se refugió en silencio en el fondo pedregoso, escuchando una y otra vez las cercanas explosiones de las bombas de profundidad. “El hostigamiento duró toda la noche”, rememora el submarinista entrerriano. “Experimentamos el peligro por nuestras vidas y el miedo. Como marino y submarinista, uno está entrenado para controlarlo, pero es inevitable en una situación de conflicto”.
En las máquinas del SUSL
Un joven Lavarello de 22 años culmina con éxito el Curso de Submarinista a fines de 1981 en Mar del Plata y es asignado a principios de 1982 al “San Luis”, donde hace su debut en Malvinas. En la foto, Eduardo se encuentra sentado a la derecha junto a 4 de los 34 tripulantes del submarino.
El ARA San Luis
El submarino ARA “San Luis” en su apostadero natural en la ciudad de Mar del Plata y en navegación. EL SUSL fue condecorado con la Medalla Honor al Valor en Combate por su actuación en Malvinas donde permaneció 40 días sumergido sin ser detectado.
“Aquel bautismo es el día que todos recordamos como el que nacimos de vuelta y nos reunimos ese día todos los años”, cuenta emocionado. “En ese momento pensé que se nos acababa el mundo, porque luego de las maniobras evasivas, lanzamos unos blancos falsos y nos fuimos al fondo; que según la carta papel estaba a 80 metros de profundidad. Nos fuimos aproximando despacio en una maniobra de popa con la cola levantada, pero caímos con mucha fuerza, y el submarino se arrastró unos metros crujiendo. Abajo, cubrimos rol de silencio sonar y combate: todo se apaga y nadie hace ruido; no había nada más que hacer, solo esperar”.
El “San Luis” recién salió a la superficie la mañana del 2 de mayo y logró realizar la necesaria maniobra de snorkel: “Faltaba el aire y adosar oxígeno al ambiente impregnado de combustible y otros gases, era un riesgo, pero lo hicimos porque los niveles estaban al límite”.
“Más adelante, un convertidor de 400 hz se detuvo, pero continuamos con la patrulla. Cerca de San Carlos tiramos un torpedo antisubmarino, pero no supimos tampoco qué pasó. Y ya en el estrecho, debimos acercarnos mucho a un blanco para disparar otro SST-4 que no salió y seguidamente otro, pero el cable filoguiado se cortó”, completa el relato.
Suboficial Lavarello.
En la foto, el momento en que recibe la espada de mando y jinetas durante su ascenso.
Cuanta el Suboficial Mayor VGM (RE) Eduardo Daniel Lavarello que “Como el sistema de armas ya no era confiable, el Comandante emitió un mensaje para solicitar la autorización y regresar a la Base Naval Puerto Belgrano”.
“Los ingleses nos buscaron por mar y cielo, pero nunca pudieron dar con nosotros”.
Eduardo Daniel Lavarello
“Viajamos lento para no gastar energía, pero ese tránsito en medio del océano con una profundidad de 4.000 metros también fue difícil, como aquel día del bautismo. Nadie sabía que estábamos vivos hasta que pudimos regresar”, recuerda el Veterano de Guerra.
Mientras esperaban las reparaciones, llegó la rendición el 14 de junio. “Hay partes de la guerra que no las puedo relatar porque no las conozco; sólo puedo contar lo que yo he vivido. Después de Malvinas logré hacer una carrera brillante hasta mi retiro”, expresó con orgullo.
Ya retirado, el Suboficial Lavarello imparte charlas sobre la actuación del ARA “San Luis” y su experiencia en Malvinas en diferentes ámbitos, incluso en su pueblo natal donde señala, son 4 los Veteranos de Guerra. A pesar de sus silencios y el quiebre de su voz, dice: “Me hace muy bien charlar del tema”.