Alumnos universitarios con discapacidad contaron cuáles son las barreras físicas, comunicacionales y académicas que aún encuentran al cursar de forma presencial y virtual. La Red Interuniversitaria de Discapacidad (RID), integrada por 51 universidades públicas, generó un plan integral de accesibilidad física, edilicia y comunicacional.
Personas con discapacidad contaron cuáles son las barreras físicas, comunicacionales y académicas que aún encuentran al cursar de forma presencial y virtual en el nivel educativo superior y la importancia de implementar programas de accesibilidad para optimizar el aprendizaje y el desarrollo de la vida universitaria de todos los estudiantes, incluidas las personas sin discapacidad y con impedimentos temporales.
Lucas Adlerstein (22) es estudiante de Ingeniería en Sistemas de Información de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y trabaja como programador en la localidad bonaerense de Vicente López.
El joven, que se presenta como “hipoacúsico y feliz”, empezó a perder audición a los 15 cuando transitaba los últimos años de la secundaria.
“Perder la audición de golpe me volvió introvertido”, dijo a Télam. “Me acuerdo que los trabajos en grupo los hacía individual porque no quería socializar”, completó.
En 2021, en plena pandemia, comenzó a estudiar en UTN de forma virtual y, en paralelo, atravesó una cirugía de colocación de un implante de conducción ósea que transforma el sonido que recibe en vibración en el cráneo. En la actualidad cursa de forma híbrida y produce contenido sobre hipoacusia en sus redes sociales digitales.
Entre las principales barreras que encontró Lucas en el ámbito universitario destacó “los trámites presenciales”, que aún con el audífono y el implante, le resultan “estresantes”, sobre todo cuando quien lo atiende no modula ni lo mira.
“Tengo que hacer mucho esfuerzo para entender”, compartió. No obstante, halló en la facultad una sección de ayuda a la persona con discapacidad que le gestiona los trámites.
La Red Interuniversitaria de Discapacidad (RID) del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), integrada por 51 universidades públicas, entre ellas UTN, generó un plan integral de accesibilidad física y edilicia, comunicacional y de ayudas técnicas; y académica, que fue ratificado en 2020.
Al cursar presencial, cuando se encuentra en “aulas muy grandes”, debe sentarse siempre adelante para evitar subir el volumen de su implante que le provoca eco si se sienta atrás, como le sucedió una vez que llegó tarde.
Aún así, para él es mejor estudiar presencial, -aseguró-, porque con el audífono y el implante escucha al profesor, pero de forma virtual se distrae “muy fácil” aunque tenga más facilidad para escuchar con el “Mini mic” (el parlante que conecta a su computadora y a su implante).
Una herramienta importante cuando cursa de manera virtual son los subtítulos, y aclaró: “Si me sumo a la clase y el profesor no puso los subtítulos le mando un instructivo por mail -para que los active-. Me las ingenio para enfrentar un problema, aunque quizás uno no tiene ganas de enfrentarse porque es otro recuerdo de que tenés una discapacidad, pero hay que hacerlo, intentar estudiar e incluirnos”.
“La función docente es habilitante u obstaculizante de la participación de las personas con discapacidadAndrea Attis Beltrán, docente de la Diplomatura Estrategias para una Enseñanza Híbrida de la Fundación Aula Abierta
“El primero que sabe qué necesita es el estudiante. Si está a nivel superior es porque ya tiene una trayectoria educativa pasada, entonces es la fuente de conocimiento primera a la cual hay que consultarle ‘cómo hago’ para que vos puedas aprender mejor”, dijo a Télam la coordinadora de la unidad de capacitación de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) y asesora en educación inclusiva, Romina Donato.
Por su parte, la docente de la Diplomatura Estrategias para una Enseñanza Híbrida de la Fundación Aula Abierta, Andrea Attis Beltrán, que se especializa en tecnologías educativas e investiga la accesibilidad en propuestas de educación a distancia, explicó que en la presencialidad “hay que tomar conciencia del hábito que tenemos muchos docentes de escribir en el pizarrón y seguir hablando. Nuestra función docente es habilitante u obstaculizante de la participación de estas personas”.
Asimismo, la especialista dijo que “en los últimos años hubo un crecimiento de las propuestas virtuales, que son más conciliables con otras actividades y liberan al cursante de las limitaciones físicas de los entornos”.
La profesora de música Georgina Quirino (38) dijo a Télam que durante la pandemia descubrió que le gusta “mucho” estudiar de forma virtual porque le “asegura tener los materiales digitalizados, permite hacer otras actividades, no tener que viajar, también implicó mejoras en lo laboral. Dio sus frutos”, al contar que realizó cursos en Ágora, del centro de la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos y Ambliopes (Faica), y Fundación Aula Abierta que es apoyada por la Universidad Nacional de Villa María y la de Córdoba, entre otros.
Georgina es una persona ciega, vive en la ciudad cordobesa de Hernando, ubicada a 150 km de la capital, y trabaja en la Escuela Municipal de Música como administrativa y dictando clases a niños y niñas.
Para estudiar, en su computadora cuenta con un software lector de pantalla que le permite leer el contenido digital.
“Cuando estudiaba en el Conservatorio perdía mucho tiempo escaneando cada fotocopia para pasar la foto a texto y luego tenía que corregir los errores con ayuda de mi familia, por la mala condición del material en papel. Estudié como se podía. Todo ese proceso implicaba que yo estuviera todos los fines de semana encerrada y que todos los días durmiera menos de cuatro horas para poder llegar a cumplir y que lo lea el lector de pantalla, con lo que el resto solo compraba la fotocopia y se sentaba a estudiar”, agregó.
“Me pasó también que un profesor dijo que no me podían dar el título porque ‘no leía partituras’. Era un solo profesor contra todos los otros que sí sabían de mis capacidades. Desde inspección dijeron que era imposible que me negaran el título porque yo podía dar clases perfectamente y sacar la partitura de oído o contar con asistencia para que me la lean. Fue una piedra en el camino”, rememoró.
Una de las barreras que enfrenta para estudiar ahora son los videos sin audiodescripción; cuando aparecen consignas en las que debe arrastrar y soltar el contenido, porque “las personas ciegas no utilizan mouse”; y dijo que es importante la accesibilidad web con botones etiquetados correctamente.
Respecto a los botones explicó que, en lugar de poner “para entrar al aula virtual hacé clic aquí”, que no es detectado por el lector de pantalla, debería decir el mensaje directo: “entrar al aula virtual”.
“Es necesario para todos la accesibilidad”, concluyó.
En el mismo sentido, Attis Beltrán explicó que “puede pasar que no se vea una imagen del contenido de la materia por impedimentos temporales como un fondo de ojos o por estar en un espacio sin conectividad y esa imagen no carga. También que un video con subtítulos es cómodo para una persona que esté estudiando en una zona con ruido o en un espacio en el que está estudiando una mamá con su bebé durmiendo. La accesibilidad no perjudica a nadie”.
POR ORNELLA RAPALLINI (Télam)