En Argentina, 50 mil niños menores de 3 años viven con alergia a la proteína de la leche de vaca, una condición que impacta en su salud, su calidad de vida y la de toda la familia. Este tema fue abordado en una mesa redonda sobre alergias alimentarias, en el marco del 6º Congreso Argentino de Gastroenterología Pediátrica.
La alergia a la proteína se manifiesta mediante signos subjetivos e inespecíficos, que pueden incluir sangrado en la materia fecal, erupciones cutáneas, síntomas símil reflujo, cólicos y retraso en el crecimiento cuando no se logra detectar a tiempo. Es una condición que puede ser adecuadamente tratada con medidas sencillas. La alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) es una afección que es importante identificar a tiempo. Este tema fue abordado en una mesa redonda sobre alergias alimentarias en el marco del 6º Congreso Argentino de Gastroenterología Pediátrica, dentro de la Semana de Congresos y Jornadas Nacionales 2017 organizados por la Sociedad Argentina de Pediatría.
El Dr. Claudio Parisi, Presidente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC), destacó que pese a que la APLV se manifiesta mediante síntomas subjetivos e inespecíficos, y un grupo importante de ellas no cuenta con métodos objetivos para su diagnóstico, entre otros signos tenemos que estar alertas a la presencia de llanto persistente, reacciones alérgicas y retraso en el crecimiento (enteropatía), situación esta última que puede suceder cuando el bebé no es diagnosticado a tiempo.
Existen varios tipos de APLV: las mediadas por el IgE, un anticuerpo involucrado en el proceso alérgico, y por lo general responden de manera inmediata frente a la ingestión del alimento. “Son relativamente sencillas de diagnosticar, pero se debe tener en cuenta que varían en intensidad en función de la cantidad de alimento ingerido y que también puede suceder que el mismo alérgeno alimentario no siempre produzca la misma sintomatología, ni de similar intensidad”, alertó el Dr. Christian Boggio Marzet, pediatra gastroenterólogo y Coordinador del Grupo de Trabajo en Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Pirovano. Luego, se encuentran las no mediadas por IgE y que, como principal característica, se observan síntomas inespecíficos de aparición mucho más tardía y que no responden a las pruebas de alergia. “En ambas situaciones, el tratamiento se inicia con la ‘dieta de exclusión’, que consiste en la supresión inmediata en la dieta de la mamá del alimento sospechado, en este caso la leche de vaca y todos sus derivados, mientras que cuando ya no se mantiene el amamantamiento o el bebé recibe alimentación complementaria, la supresión también debe alcanzar al niño”, subrayó Parisi. “En estos casos, como complemento a la leche de vaca que el niño no puede ingerir, se recomienda la incorporación de leches de fórmula especiales, bajo indicación del médico tratante, lo que disminuye su capacidad de generar alergia. Son las fórmulas extensamente hidrolizadas, y si los síntomas son más severos, se recomiendan las fórmulas a base de aminoácidos, adonde directamente la proteína está fragmentada en el 100% de su totalidad con lo cual la capacidad de generar alergia es prácticamente nula”, sostuvo el Dr. Boggio Marzet.
Entre las causas que aumentarían el riesgo de alergia a la proteína de la leche se destacan antecedentes de alergias en la familia, también nacimiento por cesárea.