Esta costumbre recurrente genera adicción y dependencia hacia el dispositivo móvil
El hábito de deslizar el dedo por la pantalla o scrollear se ha vuelto una parte fundamental de la vida diaria de muchos. Desde momentos breves en el ascensor hasta horas antes de dormir, esta acción es más que una simple costumbre: tiene un impacto neuronal importante. La profesora Éilish Duke, de la Universidad de Leeds Beckett, explica que ese impulso es automático y comparativamente similar a acciones cotidianas como cerrar la puerta al salir de casa.
Duke menciona que según una investigación realizada, los participantes creían que revisaban su teléfono cada 18 minutos. Sin embargo, las grabaciones de pantalla revelaron que en realidad lo hacían con mucha más frecuencia. Ese comportamiento automático entra en juego desde el primer clic que enciende la pantalla y activa ciertas funciones neuronales que, combinadas con el diseño de las aplicaciones de los celulares, fomentan el scrolling continuo.
La profesora Ariane Ling, del Departamento de Psiquiatría de NYU Langone, explica que este hábito se exacerba por factores del entorno. Los seres humanos tenemos una predisposición natural a querer saber qué ocurre a nuestro alrededor. Esta curiosidad evolutiva, que ha sido esencial para nuestra supervivencia, es aprovechada por los dispositivos móviles, diseñados para alimentarnos con información continua y personalizada.
Ling señala que el scrolling activa el circuito de recompensa del cerebro, similar al placer que producen actividades como el sexo, las drogas o ganar dinero en un casino. Este centro neuronal busca repetir la experiencia placentera una y otra vez. “Están buscando esa novedad, ese próximo golpe de placer”, explica Duke. Para muchos, esa novedad se manifiesta en forma de notificaciones del teléfono.
Las redes sociales desempeñan un papel crucial en este ciclo de recompensa, porque ofrecen constantemente nuevos contenidos atractivos como fotos, videos y mensajes. Sin embargo, la corteza prefrontal del cerebro, responsable de las decisiones racionales y de controlar impulsos, lucha por equilibrar estas tendencias. Esa parte del cerebro nos ayuda a tomar decisiones menos impulsivas, como dejar de scrollear y realizar tareas productivas. Pero, como menciona Duke, a menudo, “la parte lógica de nuestro cerebro que controla nuestros impulsos no hace su parte tan bien como podría”.
Este desequilibrio entre el circuito de recompensa y la corteza prefrontal es más pronunciado en los adolescentes. Duke explica que en esta etapa de la vida, el circuito de recompensa está altamente activo, mientras que la corteza prefrontal no se desarrolla completamente hasta los 23 o 24 años, lo que dificulta el control de ciertos impulsos, incluido el uso excesivo del teléfono.
Como evitar el scrolling
La profesora Duke y la profesora Ling coinciden en que entender estos mecanismos puede ser el primer paso para evitar que el scrolling se convierta en un problema. Ling sugiere que una forma de mitigar este hábito es mediante la consciencia y la autorregulación: estar atentos a la frecuencia con la que usamos el teléfono y establecer límites de tiempo. Además, recomienda buscar actividades alternativas que recompensen el cerebro de manera similar, pero sin los efectos negativos del uso excesivo del móvil.
Los dispositivos móviles están diseñados para aprovechar nuestra tendencia natural hacia la curiosidad y la búsqueda de placer, lo que crea un ciclo difícil de romper. Ese ciclo, favorecido tanto por nuestras predisposiciones neuronales como por el entorno digital, requiere estrategias conscientes y disciplinadas para ser equilibrado adecuadamente.
La sensación de flujo en estos contextos no solo absorbe la atención, sino que además puede llevar a una distorsión temporal. “Absorben toda tu atención y entras en una fase de distorsión temporal en la que no te das cuenta de que han pasado dos horas y estás sentado con la mano entumecida”, indicó Duke. La profesora Ariane Ling, de NYU Langone, ilustra cómo el hábito de scrolleear se hace recurrente diciendo: “Si piensas en un camino que se ha recorrido muchas veces diferentes, ese camino se vuelve mucho más claro, y seguimos caminando por ahí. Es más fácil”.
A pesar de no existir un término claro para la adicción al celular en el manual diagnóstico de psiquiatría, los especialistas basan sus diagnósticos en criterios clásicos de adicciones. Duke aclara que se observa “un impulso incontrolable o que el comportamiento esté teniendo un impacto funcional negativo en el resto de la vida de la persona”.
Es importante destacar que reconocerse preocupado por el propio uso del celular es también significativo. Ling sugiere: “Si tú mismo has intentado parar, y lo has intentado de verdad y no has sido capaz de hacerlo, yo recomendaría que busques ayuda o una intervención más significativa”.
Para evitar el scrolling compulsivo, se recomiendan diferentes estrategias. Duke y Ling coinciden en que es beneficioso tomar descansos y alejarse del celular. Duke menciona que “dejar el teléfono y tomarte un respiro, bien sea para dar un paseo o ir al gimnasio, es excelente”. Y señala que esos momentos también ayudan a “poner tu atención en lo que hay a tu alrededor, ejercitar otras funciones del cerebro y ser consciente de cómo te sientes dejando tu teléfono atrás”.
Otro consejo útil es no permitir teléfonos en contextos sociales como la mesa durante las comidas. Ling recalca la importancia de los rituales: “Tener ciertos rituales que te separen de tu celular es siempre de gran ayuda”. Esto puede incluir acciones simples como poner los teléfonos en una canasta antes de comer. Dicha visualización física del límite puede reforzar el hábito de no usar el celular en esos momentos.
Además de reducir el tiempo de scrolleo, Duke recordó un estudio sobre cómo las personas que usan celulares para ver la hora, a menudo, terminan en una sesión prolongada de scrolling. Sugiere alternativas como utilizar relojes tradicionales o leer material en formato físico.
La toma de conciencia sobre los impulsos al utilizar el celular es otra estrategia beneficiosa. Ling compara este impulso con un antojo: “Te das cuenta de que tu cuerpo comienza a anhelarlo. Tu cerebro te dice: ‘oye, no hemos consumido dopamina en un rato, vamos por un poco’”. Practicar la gestión del impulso puede llevar a beneficios a largo plazo en la atención y la calidad de vida fuera de la pantalla.
Finalmente, las expertas recomiendan reservar periodos de tiempo específicos para no usar el celular. “Si puedes reservar períodos de tiempo en los que no vas a usar tu teléfono, sino concentrarte en una tarea o simplemente estar presente con tus amigos, es una buena idea hacerlo”, sugirió Duke. Y Ling añade otro consejo práctico: “Poner mi teléfono a blanco y negro hace que sea menos atractivo mirar la pantalla”. La combinación de estos conocimientos de neurociencia y psicología ofrece una perspectiva clara sobre por qué el scrolling es tan adictivo y cómo podemos tomar medidas para gestionarlo de manera más efectiva.
Por Cecilia Castro (Infobae)