Investigadores desarrollaron un programa de realidad virtual inmersiva para evaluar, en humanos, la memoria espacial. Los resultados podrían ayudar en el diagnóstico precoz de enfermedades neurodegenerativas.

Los participantes del experimento tenían entre 18 y 40 años y no debían consumir ningún tipo de psicofármacos. Fuente imagen: Florencia Rodríguez.

La tecnología, se sabe, crece a pasos agigantados, y lo que antes era solo parte de las fantasías de un guionista de ciencia ficción empieza a formar parte de la realidad cotidiana…y de la realidad virtual. Y no sólo para cuestiones lúdicas o de entretenimiento. Investigadores del CONICET y del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) desarrollaron un software que permite estudiar la detección temprana de Alzheimer.

“Se trata de un programa de realidad virtual inmersiva, lo que permite realizar estudios en humanos para evaluar su memoria espacial. Es un proyecto importante porque, en los humanos, es muy difícil experimentar. Con este tipo de simuladores, con el entorno y las variables controladas, es más fácil llegar a resultados más precisos”, detalla a la Agencia CTyS-UNLaM Florencia Rodríguez, becaria del CONICET e integrante de la iniciativa.

La clave del proyecto radica en la evaluación sobre la memoria espacial, cuyo deterioro, sostienen los especialistas, es uno de los primeros síntomas de algunas patologías neurodegenerativas, como pueden ser, entre otras, el Alzheimer.

El proyecto surgió a partir del trabajo en conjunto de dos grupos. Por un lado, el MediaLab del Instituto Pladema (perteneciente a la Comisión de Investigaciones Científicas y a la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires), que trabaja desde hace varios años con simuladores de realidad virtual. Por el otro, investigadores del ITBA expertos en el área de neurociencia, que buscaban aprovechar las ventajas de este tipo de tecnologías para poder realizar las mismas pruebas que les hacían a los animales en los laboratorios, pero, esta vez, en humanos.

¿Cómo fue posible este escenario de realidad virtual? Para empezar, los científicos utilizaron un simulador de realidad virtual inmersiva llamado “Cave” (siglas de “Computer Assisted Virtual Environment”). Ubicado en el MediaLab, se trata de una sala donde se proyectan imágenes generadas por computadora en paredes y piso, con la posibilidad de recrear distintos tipos de escenario.

“La ‘Cave’ constituye el hardware. Sobre esa base, construimos un software para hacer este experimento en particular. Como el estudio era sobre memoria espacial, debía ser un escenario de entorno abierto. Decidimos proyectar la escena de una cantera abandonada, donde los participantes del estudio tenían que moverse y recolectar una banderita, que estaba en un lugar determinado”, relata Rodríguez, ingeniera en sistemas e integrante del MediaLab.

En total, fueron más de 300 los voluntarios que se ofrecieron a participar del experimento, aunque, aclara Rodríguez, algunas de esas experiencias sirvieron para calibrar el software, sin obtenerse resultados para la investigación. Los participantes tenían entre 18 y 40 años y no debían consumir ningún tipo de psicofármacos, para no tener ningún tipo de alteración.

“Dividimos a los participantes en dos grupos. Por un lado, estaban los voluntarios que manifestaron utilizar claves del entorno, como elementos del paisaje, para poder ubicarse y resolver la tarea de memoria espacial. Por el otro, hubo participantes que se guiaron por cuestiones como la cantidad de árboles o, incluso, por su propia percepción, y no tanto por las claves espaciales”, describe la becaria.

El resultado, a partir de la evaluación del software, fue que las personas que utilizaron claves espaciales pudieron resolver mejor la tarea y pudieron orientarse mejor en el entorno. El estudio, además, permitió conocer nuevas pistas en torno a cómo funciona el cerebro y generar nuevos conocimientos para entender funciones básicas.

“Con este tipo de simuladores, y con las variables controladas, es más fácil llegar a resultados más precisos”, explica Rodríguez, integrante del equipo. Fuente imagen: gentileza investigadora.

Un aprendizaje que no se detiene

Rodríguez es ingeniera en sistemas, especializada en áreas de sistemas. Sin embargo, para este proyecto tuvo que aprender mucho sobre cuestiones de la memoria y la biología del cerebro, “aunque sea las nociones básicas, para hablar un mismo lenguaje con el resto del grupo”, comenta. Los investigadores del ITBA, cuenta, también tuvieron que aprender aspectos del software, de sus potencialidades y de cuánto tiempo llevaba hacer determinadas funciones.

“Todo el proceso, al darse entre investigadores de muy distinta formación, fue sumamente enriquecedor y con los integrantes aportando nuestros saberes para el producto final.  Y puede ser aplicable a un montón de ramas del conocimiento, para que, quienes hacemos ciencia, salgamos a compartir con el resto de las áreas y trabajar en conjunto, para llegar a cosas importantes”, destaca.

Los equipos de investigación, en tanto, seguirán utilizando estas herramientas para conocer más sobre el cerebro. “Desde el Pladema, tenemos una tendencia de ir hacia los aspectos de la salud, estudiar el comportamiento humano y la rehabilitación. La memoria es una materia muy amplia para seguir indagando y haciendo estudios”, concluye.

El proyecto tiene como integrantes a: la doctora Daniela Ramírez Butavand y el doctor Fabricio Ballarini (docentes de la carrera de Bioingeniería e investigadores del Departamento de Ciencias de la Vida del ITBA); el doctor Pedro Bekinschtein, del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (INCyT); y al doctor Cristian García Bauza y la doctora María Virginia Cifuentes, docentes de la facultad de Ciencias Exactas de la UNICEN e investigadores de Media.Lab / PLADEMA de CONICET y CIC.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)