Las personas rodean un fogón y, sin darse cuenta, se pasan la noche cantando canciones que ni siquiera recuerda cada uno cuándo las aprendió, ni cómo es que los otros también las saben. Es más, tampoco reconocen bien quién es alguno de esos otros que cantan al unísono con él, pero no les importa demasiado. Cantan juntos igual.
La música es un arte que nos hace disfrutar de tiempos placenteros, nos estimula a recordar hechos del pasado, nos hace compartir emociones en canciones grupales, conciertos o tribunas deportivas. Eso que resulta por demás natural, se produce a través de complejos y sorprendentes mecanismos neuronales.
La música parece tener un pasado extenso. Prueba de ello son los hallazgos arqueológicos de flautas construidas con hueso de ave, cuya antigüedad se estima de 6000 a 8000 años, o más aún, de otros instrumentos que podrían pertenecer al homo sapiens. Existen diversas teorías sobre esta coexistencia íntima de la música en la evolución. Algunas de estas se dieron porque al estudiar la respuesta del cerebro a la música, las áreas que se ven involucradas son las del control y la ejecución de movimientos. Una de las hipótesis postula que esta es la razón por la que se desarrolló la música: para ayudarnos a todos a movernos juntos. Y la razón por la que esto tendría un beneficio evolutivo es que cuando la gente se mueve sincrónicamente tiende a actuar de forma más altruista y estar más unida.
Por su parte, la música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida. Libera dopamina en el cerebro como también lo hacen la comida y el sexo. Además, induce estados emocionales al facilitar cambios en la distribución de sustancias químicas que pueden motivar estados de ánimo positivos y aumento de la excitación.
Cada 23 de enero se celebra el Día del Músico en homenaje al nacimiento de Luis Alberto Spinetta, gran artista argentino. Nuestro homenaje a todos los que, como él, brindan esas maravillas que nos hacen tan humanos.