Entre los campos de la provincia de Buenos Aires, se esconden majestuosos castillos y palacios abandonados, silenciosos testigos de historias y misterios perdidos en el tiempo. Este atrapante informe que te proponemos hoy, llegó a EL DEBATE editado por el “Blog de turismo” conocido como puebleando.arg

Abandonado, el Castillo Zubiaurre, tristemente abandonado.

En el extenso territorio de la provincia de Buenos Aires, se oculta un tesoro cautivador entre pueblos y campos, donde la historia y el misterio se entrelazan de forma enigmática. Los imponentes castillos y palacios, ahora abandonados, se levantan serenos, resguardando secretos y encantos que han desafiado el inexorable paso del tiempo.

En esta travesía, Puebleando.arg nos guía a través de la provincia, revelándonos tres majestuosos castillos impregnados de historia y misterio. Estos tesoros olvidados nos transportan a épocas pasadas y nos sumergen en sus leyendas y encantos que perduran en el recuerdo de los siglos pasados.

Castillo San Francisco

El Castillo San Francisco, también conocido como Castillo de Egaña, es una verdadera joya arquitectónica y un lugar cargado de historias que despiertan el interés y la imaginación. Ubicado en la pequeña localidad de Egaña, en el Partido de Rauch, a poco más de 275 km de la ciudad de Buenos Aires, este imponente castillo fue construido entre los años 1918 y 1930 por el arquitecto Eugenio Díaz Vélez. La construcción de esta majestuosa mansión fue un proyecto ambicioso que empleó materiales de primera calidad traídos desde Buenos Aires y Europa. El castillo contaba con 77 habitaciones, 14 baños, dos cocinas, galerías, patios, taller de carpintería, terraza, mirador y balcones, lo que lo convierte en un impresionante testimonio de la arquitectura europea ecléctica en la región.

Sin embargo, tras su edificación, ocurrió una trágica historia que marcaría el destino del Castillo San Francisco. En el día de su inauguración, los invitados esperaban ansiosos al dueño, que llegaría desde Buenos Aires. Pero la noticia de su inesperado fallecimiento hundió a todos en la conmoción y el luto, dejando la fiesta y las mesas servidas abandonadas repentinamente. La hija mayor del dueño, María Eugenia, heredó el castillo, pero nunca regresó al lugar después de la tragedia, y durante 30 años permaneció cerrado hasta 1960. En ese año, la propiedad pasó al Estado y fue transformada en un reformatorio, perdiendo parte de su esencia original en el proceso. Durante la década de 1960 y 1970, jóvenes con problemas de conducta vivieron en el castillo, dejando una nueva marca en su historia.

El castillo pasó por periodos de abandono y fue objeto de intentos de demolición. Sin embargo, gracias a la iniciativa de un grupo de vecinos, el castillo fue salvado de la destrucción en 2010. A partir de entonces, unos 15 vecinos se unieron para limpiar y embellecer el lugar, convirtiéndolo en un espacio donde los visitantes pueden pasar el día.


También se ve muy triste el entorno del Palacio Piria

Castillo Zubiaurre

El Castillo Zubiaurre, en el partido de Coronel Dorrego, es un testigo silencioso de una leyenda romántica que ha dejado su huella en la imaginación de quienes visitan sus ruinas. Según la historia que envuelve este palacio, en 1901, un vasco llamado Juan Ayerbe dejó su tierra natal, España, y se estableció en la zona unos años después como peón de campo. Sin embargo, había dejado su corazón en su país de origen, entregado al amor de su vida, a quien prometió regresar como un hombre rico.

En 1922, junto con su hermano Ramón, Juan adquirió algunas hectáreas de tierra a Don Zubiaurre y comenzó a construir el majestuoso Castillo Zubiaurre. Su propósito era construir un hogar para él y su amada, donde vivirían juntos el resto de sus días. El castillo, que terminó de construirse en torno a 1925, reflejaba la opulencia de la época, con estatuas, pinturas en los salones y todos los avances arquitectónicos y tecnológicos del momento. Todo estaba listo para el anhelado reencuentro con su amada. Juan regresó a España con fotografías del castillo y un ramo de trigo con un anillo envuelto en seda, un símbolo de su amor inmortal.

Sin embargo, al llegar a la casa de su amada, encontró que otra familia vivía allí. Al preguntar por ella, le informaron que se había casado con otro hombre. Juan quedó devastado por la noticia y, en un arrebato de dolor, regresó a su castillo en Zubiaurre, Argentina. Su hermano Ramón se dio cuenta de su sufrimiento, y esa misma noche, Juan arremetió contra las esculturas del castillo con un martillo. En una de ellas colgó el anillo y lo destrozó junto con la escultura. A partir de ese momento, Juan nunca más se vio fuera del castillo. La leyenda cuenta que Juan vivió junto a su hermano hasta su muerte, sin volver a casarse ni tener descendencia. Con la muerte de Juan, también comenzó el lento declive del castillo. Poco a poco, el tiempo y el abandono fueron dejando su marca en la majestuosa construcción.

A lo largo del tiempo, el Castillo Zubiaurre ha pasado por diversas manos y usos, y en la actualidad se encuentra en estado de abandono, sirviendo como un depósito. A pesar de las diferencias entre la leyenda y la realidad, el Castillo Zubiaurre sigue atrayendo a quienes buscan un vistazo al pasado y a la fascinante historia que lo rodea, dejando en cada visitante un sabor de misterio y romance en sus ruinas.


Muestras de soledad en el bello Castillo San Francisco

Palacio Piria

El Palacio Piria, ubicado en la ciudad de Punta Lara, partido de Ensenada, provincia de Buenos Aires, es un imponente edificio que ha sido testigo de una historia llena de riqueza, ambición y transformaciones a lo largo de los años. Su historia se remonta al año 1827, cuando Luis Castells adquirió tierras que abarcaban desde el parque Pereyra hasta las márgenes del Río de La Plata y fundó la localidad de Villa Elisa. La construcción del Palacio comenzó en 1907 y se finalizó en 1910, mostrando la elegancia y opulencia de la época. Sin embargo, en 1925, el destino del palacio cambió drásticamente cuando fue adquirido por el rematador uruguayo Francisco Piria.

Francisco Piria, conocido por su trabajo en el desarrollo de la ciudad de Piriápolis en Uruguay, llevó a cabo algunos cambios en el palacio para promoverlo como uno de los balnearios más importantes de la época. Las habitaciones del primer piso se revistieron con madera tallada por artistas uruguayos, y un salón de espejos biselados fue agregado en la sala central de la casa. Además, Piria contrató paisajistas para convertir toda la orilla del río en un hermoso parque arbolado simétrico y proyectó la urbanización completa de la ribera frente a su establecimiento.

La muerte de Francisco Piria en 1933 dejó una notable marca en la historia del palacio. Este destacado empresario, filántropo, esotérico y político uruguayo, había dejado un legado imponente tanto en su país de origen como en Argentina. Sus hijos donaron las 141 hectáreas del Palacio en 1947 para el uso residencial de los gobernadores, pero esta propuesta no llegó a concretarse. Por un tiempo, funcionó como una colonia de vacaciones para niños huérfanos. Sin embargo, el Palacio Piria sufrió un abandono progresivo y desafortunadamente cayó en ruinas. En 2002, a través de la Ley Provincial 12.955, fue declarado Monumento Histórico y se incorporó al Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires. A pesar de este reconocimiento, al igual que otros monumentos en la provincia, el palacio ha sido olvidado y se encuentra en un estado de deterioro.

Hoy en día, el Palacio Piria se mantiene como una huella del pasado, un recordatorio de la grandeza y ambición de quienes lo construyeron, así como de los cambios y desafíos que ha enfrentado a lo largo de los años. A pesar de las dificultades, su majestuosa presencia sigue atrayendo a aquellos que buscan un vistazo a la historia y el esplendor de un tiempo pasado.

Estos castillos y palacios, envueltos en el abandono, ofrecen una ventana al pasado y un recordatorio de la importancia de preservar nuestro patrimonio cultural e histórico. Cada piedra, cada pasillo, cada detalle resalta la necesidad de proteger estas joyas del pasado para que perduren en el tiempo y sigan despertando la imaginación de las generaciones venideras.

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