En el día de ayer la Casa Esperanza realizó una maravillosa despedida de año en el Club Ciudad de Campana agasajando a la Residencia Fénix con varios números (entre ellos el Ballet Folklórico Martín Fierro y, como protagonistas estelares, Los Sacha y Nahuel Pennisi). Sin más, les dejo mi crónica para Multimedios EL DEBATE.
Chiclana 209 (esa era la dirección correcta). A las 16hs bajé del auto, me presenté, llegué a las escalinatas del Club y los vi; el Grupo Esperanza enseña que más allá de la gente “sana” (más de uno sabrá por qué puse comillas), existen personas que, aún teniendo capacidades diferentes, son de oro. Tuve la oportunidad de estar con sus asistentes Claudia y Norma, y también con su -por el momento- presidenta, Marita Lassallette de Navaiz, quienes también son gente de corazón enorme.
Estuve todo el show al lado de Martín, amigo con el que construí una amistad inoxidable y habitual columnista de Con Zeta, programa del que soy parte. Compartí buenos momentos con todos los chicos y chicas del grupo, incluido Diego, un sordomudo que me sorprendió: cada vez que una persona le hablaba, realizaba lenguaje de señas que él entendía a la perfección.
Llegando la tarde/noche, nos ubicamos en nuestros lugares para empezar a disfrutar de las presentaciones que esta gran celebración ofreció, bajo la locución de Juan, uno de los jóvenes de la Casa.
Primeramente, el Ballet Folklórico Martín Fierro engalanó la fiesta desplegando su arte al compás de diferentes temas alusivos, como carnavalitos y malambos, siempre con el espíritu intacto, produciendo muchos aplausos y vitoreos de la concurrencia. Mucho y variado disfrute, pero era sólo el principio.
Lo que me entristeció fue la poca concurrencia que vi, siendo un evento que convocaba para muchísima más gente, cada uno con su sentir.
Después de esa gran actuación llegaron Los Sacha, quienes con su gracia y talento nos hicieron olvidar de todo, bailar y palmear al ritmo de sus temas.
Pero sin dudas, lo inolvidable, lo único, lo mágico y miles de adjetivos más llegó de la mano de Nahuel Pennisi y su magnífica banda conformada por Tomás Fares en piano y teclados (quien tocó con Pedro Aznar y Melina Moguilevsky, entre otros artistas), Pato Resico en bajo y Mario Gusso en batería. No hay palabras para este grande que, con sólo 27 años y siendo no vidente, cuando empezó a cantar mis ojos se pusieron totalmente brillosos. Dueño de una voz magnífica, Nahuel demostró y demuestra que nada es imposible si uno se atreve, presentando casi la totalidad de su disco editado en agosto de este año, “Feliz”, un medley de chacareras como “El olvidao” y “Abrojito” (de “Primavera”, publicado en 2015), “Ojalá” de Silvio Rodríguez en un cover sobresaliente, entre otras canciones; finalmente, como no lo dejábamos ir, volvió para hacer una magnífica versión de “El témpano”, tema popularizado por Juan Carlos Baglietto, y “Ser feliz”, canción con la que el recital comenzó.
En síntesis, lo ocurrido anoche no se puede explicar ni tampoco -desde el humilde punto de vista de este cronista- intentar describir; se tiene que ver y vivir para creer. Yo, por suerte y gracias a Dios, pude vivirlo. Ojalá hayan muchas más fiestas así, y ojalá la gente deje de mirar para otro lado cuando se habla de discapacidad e inclusión. Que así sea.
(Como bonus track, dejo mi foto con Nahuel, una persona increíble)