Se trata de dos de las principales problemáticas de salud en la actualidad, que hoy sufren tres de cada cinco argentinos. Frente a esto, el aislamiento social y obligatorio en el hogar ofrece una oportunidad para consolidar nuevas rutinas de alimentación y cuidado de cara a una “nueva normalidad”.
En la presente coyuntura generada por la pandemia del COVID-19, las personas que sufren de sobrepeso y obesidad se encuentran dentro de los grupos de riesgo establecidos por las principales entidades de salud global. La presencia de estas complicaciones, así como de enfermedades crónicas preexistentes, son factores que pueden agravar la evolución de la enfermedad en caso de contagio. Si bien el riesgo que se tiene de contraer coronavirus es prácticamente el mismo, la gravedad de la infección y su evolución pueden verse perjudicadas seriamente.
El sobrepeso y la obesidad son problemáticas que afectan al 61,6% de los argentinos, donde el 12,7% tiene diabetes, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo. A su vez, el actual período de aislamiento modificó algunas rutinas clave. Por un lado, aumentó la predisposición al consumo de alimentos tentadores pero de baja calidad nutricional y, por otro lado, disminuyó el movimiento cotidiano y aumentó el sedentarismo. Frente a esto, es menester poder establecer nuevos cuidados de la salud que no sólo nos protejan en esta coyuntura sino que acompañen un camino de salud integral hacia una “nueva normalidad”.
La Organización Mundial de la Salud 1 define al sobrepeso y la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Además de los peligros relacionados directamente al coronavirus, dentro de sus principales consecuencias se evidencia diabetes tipo 2, apnea del sueño, enfermedades del corazón, trastornos musculoesqueléticos y también alteraciones en el estado de ánimo que afecta la autoestima. La mayor medida para hacerle frente a esta problemática y reducir considerablemente sus riesgos asociados es lograr un plan de alimentación saludable y sostenido en el tiempo, que no sólo fortifique las defensas sino que, a través de su sistematización y continuidad, ayude a combatir la obesidad y sus comorbilidades.
Para fortalecer las defensas con una alimentación completa y variada, es conveniente optar por alimentos frescos como frutas, verduras frescas y legumbres que, además de aportar vitaminas, minerales y fibras, favorece el crecimiento de la flora intestinal que tiene efecto protector, conocida como ”microbiota”. También es recomendable elegir carnes magras, huevos; leche, yogur y quesos descremados. Además, se prefieren aceites crudos, un consumo de sal moderado y la limitación de azúcar en infusiones y preparaciones, bebidas azucaradas o edulcoradas artificialmente (gaseosas, jugos artificiales, aguas saborizadas). Asimismo, es importante reconocer y limitar los alimentos ultraprocesados (comidas preelaboradas, productos de copetín, fiambres, embutidos, sopas instantáneas, galletitas dulces, entre otros) y bebidas con alcohol, por sus efectos negativos en el metabolismo.
Si bien la clave está en poder sostener un plan de alimentación saludable y de actividad física, muchas veces es necesario considerar la complementación con asistencia médica y fármacos seguros y eficaces para el descenso y control del peso corporal. En Argentina, contamos con tres fármacos aprobados para el uso en obesidad: Orlistat, Liraglutida y la combinación recientemente aprobada de un nuevo medicamento en comprimidos que combina Naltrexona y Bupropión, que logra mejorar el control de la ingesta, actuando sobre la saciedad.
Más que nunca, resulta fundamental poder atender estas problemáticas de la mejor manera, combatiendo la obesidad y el sobrepeso con una educación alimentaria adecuada y realista y con la utilización de nuevos recursos farmacológicos desarrollados luego de exhaustivas investigaciones que aportan una nueva oportunidad de abordaje para esta problemática.
Actualmente, la obesidad y el sobrepeso se han convertido en dos de las problemáticas más apremiantes de la salud mundial. Tal es el caso que, actualmente, se las considera como una nueva “epidemia” de estos tiempos, por la magnitud de su alcance y riesgos inherentes para las personas que las padecen. Si bien, antes se consideraban un problema propio de los países de ingresos altos, actualmente ambos trastornos aumentan en aquellos de ingresos bajos y medianos, particularmente en entornos urbanos.
En este contexto, Latinoamérica tiene la prevalencia más alta de todas las regiones, donde el 62% de los adultos viven con sobrepeso u obesidad, según releva la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, esta problemática también se ve representada en niños y adolescentes: casi el 25% tienen exceso de peso. Si la obesidad se prolonga en la adultez, estaremos viendo que la esperanza de vida de la actual generación pueda ser menor que la de su antecesora.