Cada año, el 31 de mayo, la OMS y asociados de todo el mundo celebran el Día Mundial Sin Tabaco, dedicado a señalar los riesgos para la salud asociados al consumo de tabaco y promover políticas eficaces para reducir el mismo. Sin embargo, eliminar el hábito resulta desafiante para cualquier persona en la vida cotidiana.
La Dra. en Psicología Mariana Czapski, Coordinadora del Departamento de Alumnos y docente en la Carrera de Psicología en Fundación Barceló, remarca lo esencial que es para la prevención en la adicción al tabaco, reconocer cómo afecta su consumo en nuestro organismo. Cuando el consumo de tabaco cesa, el cuerpo comienza un proceso de asimilación y expulsión de las sustancias ingeridas.
Si bien la nicotina en sangre tarda 12 horas en desaparecer, la dependencia tanto física como psicológica, tiene un proceso más largo y en ocasiones extenuante para la persona que decide intentar cambiar sus hábitos. Existen diversas asociaciones, que pueden hacer que dejar de fumar parezca imposible. Entre ellos, unir el tabaco a situaciones de ocio como las reuniones sociales, “breaks” de actividades estresantes, e incluso momentos de relajación y estimulación. Por ende, al intentar suprimir dichas acciones, se suplantan por sentimientos de tristeza, pérdida, frustración, ansiedad e intranquilidad.
El proceso para lograr eliminar el hábito de fumar, está compuesto por 3 fases o etapas que desafían la fuerza psicológica. Para comprenderlas, la Dra. Mariana Czapski, profundiza lo que sucede en cada una.
Iniciar el cambio
Todo cambio inicia con la toma de decisión. No alcanza con saber que fumar es perjudicial para la salud. De hecho, los paquetes de cigarrillos, llevan impresas frases alusivas y fotos que buscan explicitar ese daño. Aunque tomar conciencia de cómo afecta a la salud es el primer paso, el fumador debe realmente elegir. Tiene que ser él quien quiera dejar de fumar. El éxito o fracaso en este intento, va a depender en gran medida de lo fuerte que sea su determinación. El cigarrillo forma parte de los hábitos de la vida diaria del consumidor; está adherido a sus gestos, a su autoimagen, a su rutina. Para muchas personas es “una compañía” con la cual se relajan en momentos de tensión, seducen, disfrutan, se sienten más seguros, calman ansiedades. Es por eso que la mayor dificultad de esta etapa es la sensación de vacío que se experimenta cuando “no se tiene ese cigarrillo entre manos”. La mejor forma de preparación para el cambio es contar con un apoyo terapéutico que acompañe y genere las condiciones para que dicho cambio de hábito sea posible.
Eliminar el tabaco
Las personas tienen dificultad para eliminar el tabaco por temor a los efectos que produce la falta de nicotina, que genera angustia y temor a perder todo lo que se asocia al cigarrillo. El obstáculo mayor en esta etapa es la presencia del síndrome de abstinencia que incluye irritabilidad, somnolencia, ansiedad, cansancio, dificultad para concentrarse, entre otros. Algunos tratamientos farmacológicos duplican las chances de eliminar el consumo. La sugerencia para aliviar los síntomas de abstinencia es dejar de fumar de golpe como forma de vencer el consumo. En esta etapa es fundamental profundizar en el conocimiento de lo que para cada fumador representa el cigarrillo, qué resuelve, qué afronta, qué se alivia con él. A partir de ese saber, se podrán desarrollar estrategias, consolidar nuevos recursos, descubrir otros modos posibles de disfrute, aprender técnicas de relajación, entre otras formas de facilitar el cese tabaquístico.
Continuar sin la adicción
Para lograr sostener el cambio es necesario consolidar el nuevo estilo de vida. Es recomendable realizar actividad física ya que el deporte alivia las ganas de fumar. Y si sucede que en algún momento se “sucumbe a la tentación”, lo mejor es no perder tiempo en el autorreproche, sino recuperar lo más rápido posible una vida libre de humo.