Se trata de un detector de hierro que, si bien las uvas lo contienen en pequeñas cantidades, cuando su concentración es demasiado alta puede tener efectos negativos en el producto final, como por ejemplo, en el sabor.
El exceso de hierro puede, por ejemplo, cambiar el color, ocasionar borras o acelerar la degradación por la exposición al aire, por lo que los enólogos deben monitorear cuidadosamente sus niveles en el vino.
El hierro es uno de los elementos que está presente naturalmente, ya que las uvas lo contienen en pequeñas cantidades, pero cuando su concentración es demasiado alta puede tener efectos negativos en el sabor y la calidad.
Los investigadores explicaron que ese desarrollo resulta clave para productores de vino y también consumidores ya que la calidad y seguridad de los productos enológicos dependen fuertemente de la concentración de iones inorgánicos en su composición.
“El vino es un alimento, según el Código Alimentario Argentino, y como tal está sujeto a comprobaciones y controles. Por ello es importante contar con herramientas analíticas para poder someter al producto a distintos exámenes”, explicó Mauricio Llaver, quien tiene un doctorado en ciencias y realiza estudios posdoctorales con la dirección de Francisco Ibáñez.
La composición del vino puede revelar información sobre el origen, las condiciones de cultivo y de elaboración, así como posibles contaminaciones, agregado de ingredientes y adulteraciones.
Fuente: Télam