Conocidos

Por Virginia Castro – Nos hicimos amigas en la colonia de vacaciones del club que quedaba cerca de la escuela, solo dos íbamos al mismo grado y enfrente vivía Sebastián, que iba a mi grado y era socio. Nos hicimos socias las cuatro; almorzábamos un sándwich y a la tarde disfrutábamos de la pileta con sus amigos. Aún éramos chicas para estar solas y queríamos estar con conocidos. Al tener nuestros propios amigos lo dejamos un poco de lado. Después de los doce, solo yo mantuve ese lazo porque seguimos yendo a la misma escuela y al club. Durante los seis años del colegio secundario me quedé dos tardes por semana a tomar la merienda en su casa, la madre nos daba tostadas con manteca como para cinco…

Con las otras tres seguí siendo amiga, pero eran mayores que nosotros y no querían ser amigas de él porque era muy chico. A mí no me importaba porque era de mi edad, nos llevábamos bien y yo tenía tres hermanas mujeres. Me venía bien este casi hermano varón.

Yo tendría diecisiete años cuando estaba por casarse Jimena, la primera de las mayores, y las demás la acompañamos con los preparativos.

Una tardecita llegué a la casa de Jimena y me recibió su padre. Dijo: “Las mujeres fueron a la modista, pasá, que ya están por volver”. Y pasé. Al rato dijo acordarse de que ellas se quedarían en el centro a tomar un helado. Entonces le dije que me iba y cuando fui a saludarlo el tipo intentó abrazarme y besarme en la boca. Lo retiré como pude y me fui. Pensé que no debía decirle a mi amiga días antes de casarse y como ella iba a mudarse yo tendría que ver al tipo en la fiesta de casamiento y nunca volvería a pisar esa casa.

Mientras ella estaba de luna de miel, una tarde nos juntamos con Valeria y Julieta, las otras dos amigas, a tomar mate en el club. Justo un día que Sebas y su familia estaban en el cumpleaños de la abuela.

Julieta empezó a relatar que a una amiga suya el padre del novio había querido violarla, que la chica alcanzó a escapar, pero se cayó, se golpeó y dio otros detalles de la historia. Valeria opinó que se lo habría buscado porque cómo el padre de tu novio te va a querer violar… Y la otra dijo que no se lo había buscado, sino que era ella misma y que el pibe no le creyó y así terminó el noviazgo.

Las dos notaron que yo no decía nada y empezaron a preguntarme con insistencia qué opinaba de que alguien mayor, padre de tu novio o de un amigo, intente hacerte algo. Les dije que prefería no decir nada y las dos se enfurecieron al punto de decirme que se notaba que no me importaba opinar porque no me había pasado.

Entonces les dije que no me pasó exactamente así pero que hacía poco tiempo con un familiar de alguien de mi confianza viví una situación parecida porque quiso besarme y no quería hablar del tema porque si en su momento no se lo había dicho a la familia involucrada me parecía incorrecto hablarlo con otras personas. Agregué que lo había contado ahí por la presión de sus suposiciones, pero esperaba que no se tocara más ese tema.

Al destino le gusta jugar con fuego: al año me encontré en la casa de Jimena con su madre y temí que estuviera el tipo al que no quería ver. Por un lado, por suerte no, pero por otro, cuando Jimena fue a bañarse nos pidió que la esperásemos y tuve que bancarme a la mujer que no tardó ni un segundo en decirme que se había enterado de lo que había pasado con el padre de Sebastián. Y cuando le pregunté a qué se refería, me dijo “a que intentó besarte”.

Le dije que estaba equivocada, que eso nunca pasó, que de dónde sacaba semejante disparate… Y dijo que Valeria le había contado a Jimena lo que nos había pasado a las otras dos y que con su hija enseguida se dieron cuenta de que me quiso besar el padre de Sebastián.

Creí que era hora de dejar de tratar a esa familia y ya no me importó. Tomé mi cartera y dije: “Me voy, no quiero ser yo la que le diga a Jimena que no fue el padre de Sebas sino el padre de ella, su marido”.