Por Daniel Armando Vogel – Hola, buen día, buen domingo. Hablaremos hoy del periodismo argentino, del legado histórico, compromiso con la verdad, transformación digital y protagonismo en redes, en el marco del Día del Periodista que ayer se celebró en todo el país.
Desde este lugar, que durante 125 años de vida informativa, levanta hoy las banderas de la comunicación en Zárate con Multimedios EL DEBATE; les invitamos a remontarnos a los inicios de la tarea de la prensa, que se inició en la Revolución de Mayo y continúa durante 215 años hasta la era digital presente, evidenciando cómo el periodismo en Argentina ha evolucionado en medio de transformaciones tecnológicas y sociales. La profesión asume hoy nuevos retos en las plataformas digitales, donde periodistas virtuales y redes sociales se erigen como actores fundamentales en la búsqueda de la verdad.
Ante la situación expuesta, hagamos hoy, en esta columna dominical, un poco de historia y caminemos juntos por el recorrido del periodismo argentino, que se inicia con Mariano Moreno y la publicación de La Gazeta de Buenos Ayres en 1810, un hito que simboliza el nacimiento de la libertad de expresión y la construcción de una identidad democrática. En el Día del Periodista celebrado ayer se conmemora esa tradición, resaltando la continuidad de una labor que ha forjado el devenir histórico del país.
En la actualidad, el compromiso del periodista independiente con la veracidad se fortalece en un entorno de constantes cambios. El profesional, al contrastar fuentes y verificar la información, se enfrenta a un escenario en el que la inmediatez de la narrativa compite con el rigor investigativo. Reflexiones como “El periodismo es libre o es una farsa” y “No escribas como periodista, lo que no puedas sostener como hombre” siguen siendo un llamado ineludible a mantener la ética personal y profesional, esencial para preservar la credibilidad.
La revolución digital ha introducido, además, un nuevo protagonista en el ecosistema informativo: las redes sociales. Estas plataformas no solo han diversificado la manera de difundir la información, sino que también han democratizado la producción de noticias, muchas veces impulsadas por personas anónimas sin base profesional.
En este contexto, los periodistas virtuales y el periodismo ciudadano se han afirmado como voces en tiempo real que, aunque deben enfrentar el reto de la desinformación, aportan dinamismo y diversidad en el proceso de construcción del relato noticioso. Las redes permiten que cualquier individuo comparta eventos e ideas, convirtiendo la interacción en un proceso colaborativo en el que el profesional ejerce el rol de verificador y analista, corrigiendo y contextualizando la avalancha de datos que circula en el espacio digital.
Además, la integración de herramientas como el periodismo de datos y el análisis en redes sociales abre nuevas posibilidades, permitiendo descubrir historias ocultas y aportar narrativas visuales e interactivas que enriquecen la información.
Por otro lado, en algunos casos, la denominada “face news” (noticias manipuladas que buscan distorsionar la información) propaga noticias falsas y distorsiona la verdad y los hechos, confundiendo a aquellos que se quedan con la idea de que “el pueblo quiere saber de qué se trata”, tal como ocurrió en mayo de 1810.
Pero también es cierto que el buen uso de estos nuevos modelos contribuye a la capacidad para conectar con audiencias, a través de transmisiones en vivo, podcasts y formatos audiovisuales, redefiniendo el concepto mismo de periodismo, ampliando su alcance a niveles globales y adaptándose a la inmediatez del mundo digital.
Por otra parte, las redes sociales permiten opinar y comunicar fácilmente, pero muchas veces se hace con ligereza. A diferencia del periodismo tradicional, no hay legislación sobre lo que se publica en estas plataformas, ni responsables legales como los editores que afrontan las consecuencias de calumnias e injurias.
Mientras tanto, están apareciendo quienes promueven meter presos a los periodistas que piensan distinto y a algunos funcionarios públicos, quienes, en una casi apología del odio, aseguran públicamente que “todavía no odiamos mucho a los periodistas”, o cuestionan la tarea de mantener informado al soberano y al pueblo que sigue queriendo saber de qué se trata.
Sin embargo, ante esta grave amenaza a la Libertad de Prensa, amigos, es momento de unir nuestras voces. Impulsemos el periodismo comprometido y exijamos rigurosidad en la información, porque cada palabra cuenta en la construcción del futuro que dejaremos a nuestras futuras generaciones. Recordemos que la calidad de la información es el pilar sobre el que se construye la democracia; es nuestra responsabilidad exigir y respaldar un periodismo riguroso y ético.
Que tenga un buen domingo.
AL QUE LE QUEPA EL SAYO…