EL TRABAJO DIGNIFICA, LOS PLANES HUMILLAN.

Por Daniel Armando Vogel – Buen día. Feliz domingo. Hoy feliz domingo por dos, ya que es el día de descanso, pero también es el día del trabajador o, como algunos les gusta decir, el día del Trabajo.

Y en el día del trabajador vamos a hablar del trabajo.

“El trabajo dignifica” dijo el General, a las personas.

Y vaya si tenía razón. Tener trabajo es tener la seguridad de poder llevar el pan, ganado con el sudor de la frente, a la mesa familiar. Es, para un padre, la tranquilidad de poder darle con su propio esfuerzo y como fruto de él, todo lo necesario a su familia, a sus hijos…

En la Argentina el trabajo en negro y la explotación, por el mismo motivo de aquella lucha por la que murieron los Mártires de Chicago hace 136 años, sigue siendo una materia pendiente.

Porque en nuestra etapa post 2001 o 2002, el trabajo ha dejado de tener el significado que el mismo Perón o que hasta, en la Biblia se menciona como una virtud, ha dejado de tener ese papel preponderante en la dignificación de las personas: trabajar y esforzarse para ganarse el pan y hacer feliz a la familia.

Esa “virtud dignificante” se ha revertido con los planes sociales, los que cada vez crecen más y más, y hasta descontroladamente en la Argentina.

Tenemos ya 2 o 3 generaciones que ven que se puede vivir sin trabajar.

Que el Estado puede subsidiar también el no esfuerzo. Que el Estado puede suplir lo que el sudor de la frente puede llegar a dar dignificando, como premio al que trabaja.

Así las cosas, en la realidad planera Argentina

Hoy en muchos rubros, con salarios absolutamente caídos en su poder adquisitivo por la inflación que nos domina hace décadas, es más fácil tener acceso a una batería de planes que a dejarse blanquear por un trabajo que, muchas veces significa menos ingresos que lo que el Estado puede llegar a darte a través de su subsidio social.

Pero están los otros.

Existen felizmente también los que tienen que pagar muchos impuestos por trabajar, pero que saben que tiene otro sabor ese dinero bien ganado con su propio esfuerzo, que reivindica al laburante que, con su propia dignidad de trabajador, le hace sentir orgullo a pesar del cansancio, de llevar a su hogar todos los bienes para compartir con sus hijos y familia, el fruto de jornadas de trabajo y esfuerzo personal.

Tenemos que volver a recuperar el orgullo de ser trabajador.

Pensemos hoy especialmente en los Mártires de Chicago y en aquellos que dejaron su vida, para qué el sometimiento a un sistema de opresión sea regulado y los derechos del trabajador respetados.

Entonces, vamos por más trabajo y menos planes que solo le sacan al ser humano la posibilidad de dignificarse por medio de lo que su propio esfuerzo, le otorga como premio y lo premia.

AL QUE LE QUEPA EL SAYO…