Las personas con un proyecto vital claro tienen mayor reserva cognitiva y se cuidan más.
“Tener un proyecto vital, un objetivo en la vida que trascienda a uno mismo y reporte satisfacción al esforzarse en conseguirlo es bueno para el cerebro y la salud en general”. Así de contundente se expresa Álvaro Pascual-Leone, catedrático de Neurología de la escuela médica de Harvard a la vista de los primeros resultados obtenidos por la Barcelona Brain Health Initiative (BBHI), de la que es director científico.
La BBHI es un ambicioso proyecto de investigación que busca identificar qué patrones de actividad cerebral, forma de vida, alimentación o comportamiento minimizan el riesgo de desarrollar enfermedades neurológicas o psiquiátricas para después diseñar programas dirigidos a la población general con las recomendaciones más adecuadas para conservar un cerebro sano.
La preocupación social por envejecer con el cerebro sano es tal que los investigadores de la BBHI, que hace poco más de un año aspiraban a reunir 3.000 voluntarios de 40-65 años para sus trabajos, han podido disponer de más de 4.500 y con una predisposición y un grado de implicación tan altos que han optado por ampliar las evaluaciones médicas, psicológicas y de comportamiento que les realizan para trabajar en su objetivo con mayor profundidad y detalle.
“Lo que es común en todos los casos es que no es una realidad egoísta centrada en uno mismo sino que es algo que trasciende al individuo e implica un esfuerzo y reconforta porque ese esfuerzo por conseguirlo da satisfacción”, expresa.
Los siete pilares para unas neuronas sanas
1- SALUD. Las dolencias físicas que sufre cada persona, cómo están tratadas y el grado de cumplimiento de esos tratamientos, o incluso la frecuencia de sus visitas al médico, inciden en el cerebro según investigadores de la Barcelona Brain Health Initiative.
2- NUTRICIÓN. Qué se come, cuánto se come, el modelo de dieta, el peso, si este se mantiene u oscila con frecuencia importan a la hora de prevenir el deterioro cerebral.
3- SUEÑO. Las horas que una persona duerme, la calidad de su sueño, los ronquidos, si se despierta a menudo, son elementos que los investigadores relacionan con las funciones cognitivas.
4- EJERCICIO. Para la salud del cerebro cuenta no sólo la condición física o cómo de activa es la persona, sino también qué tipo de ejercicio hace –lo mejor es combinar aeróbico y anaeróbico–, cuántas veces –regularidad y constancia son fundamentales– o durante cuánto tiempo –una hora y media a la semana ya impacta en las funciones cognitivas–.
5- FUNCIONES COGNITIVAS. Los retos mentales que cada cual asume a diario, los problemas y retos que afronta, los problemas de atención o de memoria que presenta en su vida cotidiana resultan claves a la hora de prevenir o frenar el deterioro cerebral.
6- RELACIONES SOCIALES. Si una persona tiene o no muchos amigos, si dedica más o menos tiempo a sus relaciones sociales, si cuenta o no con una red de apoyo, son factores que influyen en una mayor o menor reserva cognitiva.
7- PROYECTO VITAL. Tener una razón de ser más allá de uno mismo, una aspiración, esforzarse para intentar conseguirla y encontrar satisfacción en ese esfuerzo también alimentan la capacidad del cerebro para sobrellevar los avatares de la vida y esquivar la enfermedad.
Fuente: Clarín