Es una herramienta de gran utilidad para el desarrollo de trabajos. Sin embargo, su utilización abrió una fuerte polémica en el ámbito académico. Un grupo de cardiólogos argentinos elaboró una guía con sus aplicaciones más útiles y los errores más frecuentes que se deben evitar.

El boom de la inteligencia artificial (IA) está revolucionando en forma simultánea múltiples ámbitos. Sus efectos –positivos y negativos- aún son inciertos. El popular ChatGPT es un claro ejemplo: su creador San Altman afirmó en una entrevista reciente, con la cadena de noticias ABC, que esta herramienta puede ser considerada la mayor tecnología desarrollada hasta el momento, pero admitió que está “un poco asustado” por el uso que las personas puedan darle y el impacto que tendrá en el mundo laboral, la política y en la generación de conocimiento.

Uno de los usos con mayor potencial de la IA en general –y del ChatGPT en particular- se da en la investigación científica, debido a su capacidad de procesar grandes cantidades de datos y su potencial para proporcionar análisis precisos y en tiempo real. Sin embargo, su utilización abrió un fuerte debate en el ámbito académico y planteó una polémica por la aparición de artículos en los que esta herramienta tecnológica era citada entre los coautores, a la par de los científicos de carne y hueso que habían llevado adelante los ensayos. Muchas revistas rechazaron este tipo de fórmula y aún hoy la discusión sigue abierta.

Lo cierto es que, por su acceso gratuito, fácil y amigable, el ChatGPT llegó a la investigación científica para quedarse. “Podría ser utilizado, por ejemplo, en varias áreas de la cardiología para mejorar y acelerar el proceso de investigación. Es sumamente útil para análisis de gran cantidad de datos relevantes de diversas fuentes. Brinda la posibilidad de generar informes automáticos basados en los resultados de la investigación y así acelerar el proceso de comunicación. Además, ayuda a la formulación y organización de hipótesis de investigación y al famoso ‘brain storming’”, explica la doctora Lucrecia Burgos, médica cardióloga especialista en Insuficiencia Cardíaca del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).

Ante este escenario, la experta elaboró junto con otros especialistas del ICBA una guía con los usos más adecuados de esta herramienta de IA en la investigación y redacción científica, que fue publicada en la Revista Medicina. El trabajo, que lleva también la firma de los doctores Lucas Suárez y Mariano Benzadón, cuenta con cinco puntos principales.

  • Brain storming de ideas. Si bien ChatGPT aún es utilizado mayormente para diversión, el segundo uso reportado es para realizar una lluvia de ideas de investigación. Es una herramienta de gran utilidad para primero organizar y luego desarrollar aquellos proyectos que tiene el investigador en su cabeza. “Para aquellos que encuentran dificultades en la etapa creativa de sus trabajos, esta herramienta propone alternativas de títulos atractivos para editoriales o revisiones”, detalla Burgos.
  • Resumir conocimiento sobre un tema. La inteligencia artificial puede utilizarse para analizar grandes volúmenes de información procedentes de diversas fuentes, como trabajos de investigación, artículos de noticias y publicaciones en redes sociales. Es importante mencionar que la base de datos de conocimientos de ChatGPT se extiende hasta aproximadamente septiembre de 2021.
    “Puede ser de gran utilidad darle algunos datos con los que trabajar antes de formular la pregunta, que la misma sea bien concisa e indicar el público al que va destinada. Se puede ser bien detallista, como por ejemplo, cuántas líneas, párrafos o palabras, en qué idioma y en qué cuestiones realizar especialmente énfasis. Y como principal premisa, cuánto más específico sea uno, mejor será la respuesta”, acota Burgos.
  • Redacción. Facilita la elaboración de un borrador inicial de un artículo científico. ChatGPT 2 resulta muy eficaz para el proceso de edición; la corrección del formato y del lenguaje, la reescritura de una frase compleja de forma más clara e incluso el resumen de todo el texto.
  • Traducción y gramática. Brinda la posibilidad de traducir, mejorar la escritura y la gramática de oraciones en otros idiomas. Es particularmente útil para aquellos investigadores que, por ejemplo, comprenden inglés, pero pueden no tener una traducción gramaticalmente correcta: se le puede sugerir alternativas y una mejor forma de redacción. Eso puede facilitar el envío de resúmenes a congresos y publicaciones internacionales.
  • Análisis de datos y codificación en software estadísticos. La herramienta tiene la capacidad de reconocer datos directamente copiados al chat. Una forma sencilla de realizarlo es exportar una base de datos a formato CSV (Coma Separated Values). ChatGPT reconocerá esos datos y los interpretará. Luego se le puede solicitar diversos tipos de análisis tanto descriptivos como predictivos para ser aplicados en softwares específicos. El mismo bot brindará las indicaciones para realizar la tarea solicitada y en algunos casos puede desarrollar análisis básicos en el mismo chat sin necesidad de un software externo.

Siempre un humano detrás

Un punto central y que despierta polémica a nivel global es el rol que debe cumplir la IA en la autoría de una investigación científica. Luego de que muchos artículos mencionaran a ChatGPT entre sus autores y las principales publicaciones se negaran a darle tal crédito, la Asociación Mundial de Médicos Editores debió salió a plantear recomendaciones sobre su uso y la editorial Elsevier directamente modificó las políticas para darle crédito al autor.

En el nuevo texto, sugiere que cuando los investigadores utilicen IA generativa y tecnologías asistidas por IA en el proceso de redacción, estas tecnologías solo deben emplearse para mejorar la legibilidad y el lenguaje del trabajo. Los autores deben revisar y editar cuidadosamente el resultado. El eje de estos planteos es que la autoría implica responsabilidades y tareas que solo pueden ser atribuidas y realizadas por humanos.

El texto publicado por los expertos del ICBA cita un estudio reciente que utilizó ChatGPT para generar 50 resúmenes artificiales de artículos de investigación y comprobar si los científicos podrían detectarlos. Los revisores humanos identificaron correctamente el 68% de los resúmenes como generados por la IA (verdadero positivo), pero identificaron incorrectamente el 14% de los resúmenes originales como generados por el chatbot (falso positivo).

“Es importante hacer énfasis en que todo el proceso de investigación y redacción de un artículo científico requiere la orientación y supervisión de investigadores humanos expertos en la materia para garantizar la exactitud, coherencia y credibilidad del contenido. Debemos entender a esta nueva herramienta como un aliado, y saber usarlo sabia y éticamente. Aprender a utilizarla, dado que el futuro ya llegó”, concluye la doctora Burgos.