LA VIOLENCIA CAFFARISTA

Por Eduardo Rivas – Son épocas difíciles en las que la violencia de género ha escalado a niveles insospechados y aunque el Estado haga poco al respecto, y el municipal nada, la empatía ciudadana ha generado que muchas mujeres puedan salir del círculo de violencia en el que estaban inmersas. Sin embargo, es difícil romper con la lógica patriarcal de formación, en la que la mujer estaba al servicio del hombre y esto incluía la ‘demostración de amor’ a través de los golpes. Era común escuchar ‘me pega, pero me quiere’ o ‘me pega porque me quiere y yo lo merezco’, frases que exhibían un nivel de sometimiento extremo.

El tiempo pasó desde entonces, la sociedad fue evolucionando, hoy lo sigue haciendo, y cada vez son menos este tipo de casos, sin embargo, la misma lógica de sometimiento puede advertirse en otros ámbitos de la vida, por ejemplo, el institucional.

Desde sus propios orígenes Nuevo Zárate abofeteó la institucionalidad, buscando sacar provecho individual de cualquier resquicio legal, procurando imponer su propio beneficio. Baste recordar como en 2007 la misma lista se oficializó bajo tres sellos diferentes. Nuevo Zárate, Coalición Cívica y Partido Socialista fue la cobertura legal para procurar extremar las posibilidades de obtención de votos de aquellos dubitativos que decidían su sufragio en el cuarto oscuro.

Con este antecedente no era difícil suponer el devenir posterior, siempre en los límites legales y muchas veces trasponiéndolos.

Pero el caffarismo fue cambiando de pareja y fue violento con todas ellas.

A poco de andar dejó a su novia de siempre para ir en busca de nuevas aventuras y así fue recalando en diferentes historias, todas ellas con el denominador común de hacerlas funcionar en pos de sus propios intereses.

Su última pareja, aunque no reciente, es el Partido Justicialista, y como con el resto de sus parejas previas, actúa como el marido violento que somete a su mujer, entendiendo que eso está bien porque es SU mujer. Y el peronismo, como muchas mujeres golpeadas, termina justificando al golpeador.

Esta metáfora sirve para explicar como Nuevo Zárate violenta las instituciones y como quienes son sus víctimas argumentan en su favor.

¿El último hecho? La vergonzosa licencia pedida por Lilian Burroni el pasado 20 de julio, porque ya había cumplido su misión de elevar el número de apoyos para la vuelta de Tania Caputo al Concejo, y como la tarea ya estaba hecha, ya no tenía nada que hacer allí. Una vez más el violento violentando.

Una de sus víctimas, representada en el Partido Justicialista, justificó el accionar en palabras de Leandro Matilla, incluso realzando lo importante del regreso de Burroni por un rato al Concejo, dejando una vez más en claro que la pelea entre usurpadores y usurpados no es más que un juego de sombras para la tribuna pero que cuando se discuten los temas importantes todos se paran del mismo lado, realidad que se evidencia con otra de las víctimas, el Peronismo Renovador de Marcelo Torres, quien también justificó su apoyo a Nuevo Zárate. Porque la abstención del martes era porque los números garantizaban la vuelta de Caputo sin su apoyo, pero cuando fue necesario supo ponerse del lado del patrón, no vaya a ser cosa que le vaya a contar a Sergio que tiene un problema con él, ahora que andan de amoríos. En el mismo sentido se debe contar la ausencia de Morán, no se necesitaba su voto, si hubiera sido necesario no hay dudas que hubiera estado.

Como aquellas víctimas de violencia de género, justifican el accionar del golpeador… aunque sepan en su fuero más íntimo que el golpeador los va a volver a golpear.

Los de los diferentes del Frente de Algunos es cada vez más patético, ver como arrojan su honra (mucha o poca) a los perros vaya una a saber a cambio de qué. Matilla habla de institucionalidad y se caga en ella. Torres habla de valores, y no los tiene. Cabeza habla, sin saber de lo que habla. Ríos habla porque es gratis. Palermo fue la única, en su ignorancia y con una inocencia casi tierna, que blanqueó la realidad. Habló en contra de ‘quienes impiden que asuma una concejal’, cuando lo que se trataba era la licencia de la concejal titular, exhibiendo para quien aún tenía dudas que todo el circo romano que viven las instituciones gubernamentales zarateñas, bajo la atenta mirada el emperador, era garantizar que Tania Caputo vuelva a estar sentada apropiándose de la banca… no el trabajar por el bienestar de la sociedad zarateña.

En contraposición, una de las víctimas, decidió denunciarlo. Cansados de tantos golpes, el interbloque de Juntos decidió no acompañar la licencia de Burroni, según explicó Natalia Blanco, por la ofensa que significaba el proceder de aparecer y desaparecer del Concejo según las necesidades circunstanciales del oficialismo municipal. Es un paso adelante pero no tan claro, porque Semería Olmos afirmó que, si se solucionaban ciertas cuestiones legales como indicar plazos y puesto a cubrir, Juntos acompañaría la licencia. O sea, para Blanco está mal que pegue, para Semería Olmos que deje marcas de sus golpes.

Una vez más, el caffarismo ejerce violencia sobre las instituciones y el sistema de representación. Como el hombre violento que cree que la mujer es una posesión personal y puede hacer con ella lo que quiere, Cáffaro actúa de igual manera con los diversos actores del gobierno municipal, tanto en el ámbito interno del Departamento Ejecutivo como en el Departamento Deliberativo. Y una vez más las propias víctimas del accionar justifican su proceder.

¡¡¡De qué magnitud será el negocio!!!

Días atrás discutían el espíritu de las normas y hacían, ilegalmente, diversas interpretaciones al respecto. Ayer, la letra dura del texto sin importar el sentido de los actos. Siempre lo que sea necesario para garantizas el cumplimiento de los deseos del mandamás.

No hacen las cosas bien porque se deben hacer bien.  Al fin de cuentas la ética no se legisla y en consecuencia están convencidos que como es en su beneficio está bien lo que hacen, y no hacen las cosas bien porque así lo marca la ley, porque como al igual que el varón violento entienden que el Estado es su posesión y como tal puede hacer con él lo que quiere.

La licencia de Burroni es una nueva golpiza, no es la primera y lamentablemente no será la última, porque tanto en la violencia institucional, como en la violencia de género, nada hace el Estado para desterrarla, muy por el contrario, la consiente y mira para el costado para no ver cuando la situación se hace muy evidente.