Un grupo de investigación del Instituto de Diversidad y Evolución Austral del CONICET presentó los detalles del descubrimiento de los huesos pertenecientes a dos individuos, que vivieron hace más de 10 mil años en Chubut. El hallazgo, de gran relevancia arqueológica, da cuenta no sólo del entierro más antiguo de toda la región patagónica sino también del registro más temprano de presencia humana en el litoral atlántico.
Era octubre de 2020. En Argentina, se otorgaban los primeros permisos de circulación ante la pandemia del COVID y el movimiento en las calles volvía sutilmente. Muchos lugares, especialmente en el interior del país, optaban por mantenerse cerrados ante la posibilidad de ingreso del virus y sus estragos. Camarones, un pueblo costero ubicado al sur de la provincia de Chubut, donde convive el azul oscuro del Atlántico con el marrón rojizo de sus bordes rocosos, fue uno de ellos.
Allí, un grupo de albañiles trabajaba en el sector exterior de una casa en construcción cuando una de las palas removió mucho más que tierra. El color, la dureza y la textura de lo que encontraron generó sospechas. Lo que siguió fue una serie de llamadas: a la Policía, a la Subsecretaría de Cultura de la Provincia, al Instituto de Diversidad y Evolución Austral (IDEAus, CONICET), a la Dirección Provincial de Asuntos Indígenas y al veedor por el Consejo de Restitución de restos originarios. La confirmación llegó un mes después cuando científicos del instituto obtuvieron la autorización para ingresar a esa localidad e iniciar el estudio del sitio. Eran huesos, sí. Unos antiguos, muy antiguos.
Julieta Gómez Otero es arqueóloga e investigadora asociada del IDEAus, organismo que funciona bajo la órbita del Centro Nacional Patagónico (CENPAT- CONICET), y una de las científicas que participó en la investigación del hallazgo fortuito de los restos humanos que resultaron ser los más antiguos de la Patagonia. Junto a ella estuvieron sus colegas Ariadna Svoboda, Anahí Banegas y Gabriela Millán.
“Aparecieron a 50 centímetros de la casa del que, en aquel entonces y también ahora, es el secretario de Gobierno de Camarones. Quiero destacar el enorme respeto y compromiso de esa familia para con los restos humanos porque no tocó más ese lugar, ni siquiera desde marzo de 2022, cuando pudimos rescatarlos y traerlos para su estudio”, recordó Gómez Otero en diálogo con Agencia CTyS – UNLaM.
Además, resaltó que el estudio se realizó en el marco de la Ley provincial de Protección del Patrimonio arqueológico, antropológico y paleontológico (Ley XI/11) y el Protocolo de tratamiento de restos humanos arqueológicos (Ley V/160), que establece la concurrencia conjunta de todos los funcionarios y del veedor originario quienes son los que toman las decisiones sobre el destino final de los restos.
Previamente, se habían llevado adelante trabajos arqueológicos en el contexto del hallazgo que consistieron en la limpieza del área, la excavación parcial de los restos humanos, la toma de tridimensionales y fotografías, la identificación y caracterización de los materiales culturales asociados y la descripción del sustrato sedimentológico. Esto llevó a interpretar, de manera preliminar, que en ese lugar se habían enterrado tres personas de corta edad.
Ya en el Laboratorio de Arqueología y Antropología Biológica del CENPAT, realizaron el estudio bioantropológico que definió el primer dato que sorprendió al equipo de investigación: no se trataba de tres personas, sino de dos, un niño o niña de entre 8 y 9 años y un o una adolescente de entre 12 y 15. En ningún caso fue posible estimar el sexo.
“Uno de ellos, el de menor edad, tenía asociada 50 cuentas cilíndricas de hueso de ave, que fueron estudiadas por el investigador Hernán Marani, y sobre su esqueleto había depositado una cantidad importante de pigmento rojo que es muy común en los entierros antiguos no solo de la Patagonia, sino de todo el mundo”, agregó Gómez Otero.
Desenterrar la historia
La segunda sorpresa apareció luego de enviar las muestras para realizar las dataciones radiocarbónicas al laboratorio de la Universidad de Arizona primero y después al Institute of Energy and the Environment de Pennsylvania, ambos en Estados Unidos. Los resultados fueron contundentes: la antigüedad de ambos oscila entre 9200 y 9700 años radiocarbónicos, que equivalen a 10400 y 11000 años calendario, respectivamente. Es decir, los individuos no fueron contemporáneos.
“La verdad es que no esperábamos que fueran tan antiguos, por eso, cuando nos llegaron las primeras dataciones pensamos que quizás las muestras estaban contaminadas con materia orgánica de los sedimentos del sustrato. Fuimos precavidos y consultamos con colegas del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (INCUAPA-CONICET-UNCPBA), con sede en Olavarría. Ellos nos recomendaron realizar estudios de la calidad de la proteína ósea y luego encargar una segunda datación. Así confirmamos la información que teníamos”, relató la antropóloga.
El análisis de los restos también arrojó que no presentaban evidencias de enfermedades, desnutrición o violencia. Por su parte, los estudios de isótopos estables de Carbono 13 y de Nitrógeno 15, realizados en ambos laboratorios del exterior, indicaron que ambas personas tuvieron una dieta mixta, conformada por alimentos de la tierra y del mar.
“Esto es muy importante porque muestra que en aquellos remotos tiempos había grupos que mantenían una relación cercana con el mar y sus recursos. Además, contrasta con el registro arqueológico de Sudamérica sobre la presencia humana en esa zona. Hasta ahora, solo se tenía evidencia de ocupaciones tan tempranas en el interior o en la vertiente del Pacífico, así que esta es la más antigua en el litoral atlántico”, resaltó.
Trabajo comunitario
Luego de tener la confirmación de la relevancia del descubrimiento, las científicas decidieron dar a conocer los detalles de la noticia en Camarones, antes que en cualquier publicación científica. “Eran los primeros que tenían que saberlo porque consideramos que la ciencia es un bien social que tiene que ser compartida en sociedad. Acá estamos muy en contacto con la gente y también trabajamos junto con comunidades originarias, que son herederas de esta historia”, destacó Gómez Otero.
En ese sentido, insistió en la importancia de la denuncia del hallazgo y la participación de la comunidad. “Muchos vecinos de Camarones nos dijeron que alrededor de ese sector, donde se encontraron los huesos, habían aparecido otros cuando se hicieron las bases de las casas que hoy están ahí. Esto nos refuerza la idea que ese lugar pudo haber sido elegido para prácticas funerarias a través del tiempo. Pero, si había otras personas enterradas, ya no hay posibilidad de saber sobre ellas”, lamentó.
El siguiente paso, según explicó la investigadora del IDEAus, será realizar un estudio genético para determinar el linaje genético de los dos niños, seguir con la investigación sobre las cuentas de ave y llevar a cabo un estudio sobre los pigmentos que realizará en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. “Esto todavía no se terminó, hay mucho por indagar, pero lo interesante de todo esto es que hace 11 mil años atrás ya había gente tan al sur del continente y aprovechando los recursos marinos como alimento. Es algo sin precedentes”, concluyó.
Marianela Ríos (Agencia CTyS – UNLaM)